La enfermedad de COVID–19 producida por el coronavirus SARS–CoV–2 con el tiempo está presentando cambios o dejando de ser una infección pandémica para convertirse en endémica, como otros virus respiratorios, como el de la influenza.

Igual que todo virus ARN, presenta mutaciones en su estructura molecular dando apariciones a las nuevas variantes (ómicron) y subvariantes (BA.4 y BA.5) que están circulando en el planeta y son causantes de los brotes recientes de la enfermedad, produciendo reinfecciones respiratorias de leves a moderadas en pacientes vacunados. La mayoría de los vacunados completamente con dosis de refuerzo están protegidos de esta enfermedad severa y de muerte por COVID–19, pero no lo están de las reinfecciones leves producidas por este coronavirus. Las vacunas de refuerzos elaboradas con las cepas mutantes (subvariantes BA.4 y BA.5) tienden a restaurar la inmunidad dejada por una infección previa por COVID–19, o una vacuna hecha con cepa salvaje al inicio de la pandemia. El CDC (Centro Control Infecciones) de Estados Unidos recomienda una dosis adicional de refuerzo contra una potencial variante del virus. Esta dosis de segundo refuerzo bivalente se la aplica 4 meses después de ponerse el primer refuerzo, en todos los pacientes vulnerables con factores de riesgo de enfermedades subyacentes y mayores de edad. Los adultos no vacunados tienen 12 veces más probabilidad de morir de COVID–19 que los adultos

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que tienen dos dosis de refuerzos. Las recomendaciones se fundamentan en que los anticuerpos producidos por la vacuna declinan con el tiempo las dosis de refuerzo de las vacunas ARN mensajero. Altos niveles de anticuerpos son importantes para protegernos de reinfecciones por las variantes ómicron y delta. (O)

Jaime Benites Solís, doctor clínico intensivista, Guayaquil