Recuerdo cuando de niños cruzábamos el río, de Durán a Guayaquil; la corriente empujaba la lancha hacia la antigua cervecería y la hamaqueaba bien feo. Aun así, para nosotros era la mejor parte del viaje.
Después aprendimos que la confluencia de los ríos Daule y Babahoyo es compleja; que el Babahoyo empuja al Daule en dirección a Guayaquil y por eso los remolinos por Las Peñas; que cuando asciende la marea el flujo del Guayas penetra en el Daule formando bancos de arena por La Puntilla, etc. Así funcionó el río quizás por siglos, pero poco a poco ese equilibrio se rompió, el río perdió velocidad, acumuló más sedimentos y sobre esos bancos se formó el islote hoy conocido como El Palmar.
Cerca de 1920 el Gobierno a través de la Armada desmanteló un buque de guerra y lo atracó en el muelle del ferrocarril en Guayaquil. Ante el peligro de que se hundiese, su casco fue remolcado hasta un banco de arena donde hoy está el islote El Palmar y por más que fue apuntalado para que se mantenga erguido, el barco ladeó y se hundió (Ref. ‘El Libertador también está sepultado en Guayaquil’; José Antonio Gómez Iturralde, 3 de enero de 2016, ‘Memorias porteñas’, Expreso).
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No hay duda de que fue un error fondear un buque (tan grande como el Buque Escuela Guayas o dos veces el Cañonero Calderón) justo en la desembocadura del Daule. Pronto fue un gran obstáculo para el flujo y reflujo del río, que produce sedimentos; considero que es la razón principal, entre otras, de la formación del islote El Palmar. Por consiguiente, el Gobierno debe remediar los daños causados o consignar los fondos para que la Prefectura de Guayas ejecute la obra en razón de su competencia. Esto implica remover el islote, retirar la chatarra que pudiera existir en el río y dragar el área de influencia. (O)
Carlos Luis Hernández Bravo, ingeniero civil, avenida Samborondón