El domingo 11 de abril ejerceré el derecho de elegir al presidente de la República. Acudiré a las urnas y haré la fila, delante mío estará el abogado, el arquitecto, el proxeneta, el médico, el sableador, el empresario..., el voto tiene el mismo valor, lo que cambia es su destino.
Mientras esperaré mi turno analizaré a postulantes: uno, es de una agrupación política creada por él, proviene de una familia muy respetable, comenzó a trabajar desde muy joven, llegó a ser ejecutivo, creó y ayudó a constituir empresas privadas que generan empleo e impuestos; su adversario lo acusa del feriado bancario y de chulquero, pero nada de eso lo ha probado, lo que el pueblo observa son sus proyecciones que tiene para Ecuador, la inversión de capitales que generará trabajo. Otro, es de una agrupación política que condujo al país por 14 años y lo dejó endeudado, se hicieron grandes inversiones con saldos negativos como la repotenciación de Petroecuador que hoy no sirve...; persecuciones a las personas y agrupaciones que se oponían a sus ideales; se disolvieron agrupaciones como la UNE y los $ 405 millones ahorrados de las aportaciones de los profesores; como también los fondos del IESS mediante préstamos y luego no se reconoció la obligación y lo dejaron quebrado; se metieron con las Fuerzas Armadas, quedó sin la base aérea de Manta que servía para controlar el narcotráfico, quedó sin radares, y hoy servimos de base de narcotraficantes donde a diario aterrizan narcoavionetas de México; se compraron siete helicópteros se fueron cayendo y muriendo sus pilotos; se creó la Senain para perseguir a los ecuatorianos adversarios de sus ideas y comportamiento.
Como ya me toca sufragar debo pensar en el futuro de mi familia y mi patria. (O)
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Miguel Arturo Bayona Triviño, doctor en Jurisprudencia, Guayaquil