Se ha publicado que el origen del coronavirus salió del laboratorio de Wuhan en China y que Estados Unidos lo investiga como posible fuente de la pandemia. Se ha politizado el rastreo del virus, una cuestión de ciencia, no solo dificultará encontrar el origen del virus sino que dará rienda suelta al ‘virus político’ y obstaculizará seriamente la cooperación internacional sobre la pandemia.

Según el profesor Luc Montagnier, ganador del Premio Nobel de Medicina en el 2008 por su descubrimiento del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), el SARS-CoV-2 habría sido diseñado por el hombre y contendría algunos genes del VIH-1, dijo que llegaron a la conclusión de que hubo manipulación en torno a este virus. A una parte, no a todo el coronavirus del murciélago, alguien agregó secuencias, en particular del VIH, el virus del sida. No es natural. Es el trabajo de profesionales, de biólogos moleculares. Un trabajo muy meticuloso. Otros científicos sostienen que lo más probable es que se produjo tras saltar de un animal a un humano, pero también se habla mucho sobre la teoría de que el patógeno pudo salir de un laboratorio, del Instituto de virología de Wuhan. Por mucho tiempo esta posibilidad ha sido calificada como teoría conspirativa; China la niega rotundamente. Judy Mikovits una exinvestigadora en virología, cree que la pandemia de COVID–19 es un fraude gigantesco orquestado. Cuando se consultó a Mikki Willis, autor de la teoría conspirativa ‘plandemic’, si creía que el COVID–19 fue creado intencionalmente para generar ganancias, respondió: “En verdad no lo sé, no sé si es algo que ocurrió naturalmente o de forma intencional. No tengo idea”. Willis no tiene idea. Lo único que sabe con certeza es que algo debe estar mal: “es demasiado sospechoso”. (O)

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Julio César Ubilla Abad, arquitecto, Guayaquil