Una de las características de los países democráticos son los debates parlamentarios en el Poder Legislativo, principal función del Estado que representa políticamente a los electores, y su fin es legislar y fiscalizar la Administración pública, en casi todos los países del mundo, excepto en los Estados totalitarios, donde los representantes generalmente siguen la línea política oficial.

Nuestro país no es la excepción, ya que al cambiarse el método Webster para la repartición de escaños, y aplicar el método D’Hondt, se propició la atomización parlamentaria de una fuerte presencia de partidos menores y de los llamados independientes, que desempeñan un papel importante en el rejuego político, pues generalmente estos grupos priorizan intereses personales o de grupos por sobre los intereses nacionales; así vemos cómo las mayorías conocidas como móviles provocan imprevisión política. El Gobierno estuvo a punto de conformar un acuerdo con fines de gobernabilidad, pero el terror a cierto sector lo detuvo provocando que su aliado principal pase a la oposición coincidiendo con ese sector y otros adherentes que conformaron una mayoría hostil. Ese terror es malo, lo mueve a perder de vista la realidad para cometer errores que van a ser muy costosos a corto y largo plazos, como ya se vio con la destitución de su principal alfil en la presidencia de la Asamblea, sin perjuicio de otras acciones a futuro, como la recolección de firmas para la revocatoria, por la falta de satisfacción de las mayorías populares a sus necesidades sociales. (O)

Jorge Chambers Hidalgo, abogado, avenida Samborondón