La rebelión de las comunidades indígenas, como parte de la diversidad plurinacional del Ecuador, se constituye en pleno siglo XXI, en un gran muro donde se detienen las grandes transformaciones que el país requiere para alcanzar el anhelado progreso.
Esa aspiración que debe constituirse en la identificación plena de la nación ecuatoriana, se ve apagada en medio de la desolación de verdaderos partidos políticos, que deben estar representados por verdaderos líderes que conozcan la realidad nacional, y no formados por grupúsculos heterogéneos que cada cierto tiempo aparecen con espíritu mesiánico para dirigir los destinos del país.
Paros: consecuencia del abandono gubernamental
A lo anterior, se unen hoy en concierto maligno, los llamados grupos de delincuencia organizada (GDO), a los que el actual Gobierno enfrenta con reciedumbre en todo el territorio nacional, sin vislumbrarse a corto, mediano y largo plazo de su erradicación, si no hay unión de gobernantes y gobernados.
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El Gobierno actual, presidido por un joven político, sin mayor experiencia, solo recogida en las reiteradas campañas presidenciales de su progenitor, aupado por su enorme fortuna, trata con un reducido grupo de inexpertos asesores, implantar una nueva carta política, apoyando una asamblea constituyente que satisfaga las aspiraciones de las mayorías.
Sin embargo, el Ecuador no es un país aislado de la comunidad internacional, que observa con interés los cambios que se produzcan en el interior del territorio nacional. De ahí que es indispensable no eludir el contexto político mundial que nos permitirá avizorar un futuro más acorde con la realidad cultural y económica del exterior.
En la actualidad, los países subdesarrollados luchan desesperadamente por encontrar el camino más viable para su desarrollo sostenido, y quienes logren superar las barreras del atraso y la pobreza serán quienes, a través de la educación, estén a la altura de los avances de la ciencia y la innovación tecnológica, alejados de la corrupción en todos sus frentes. (O)
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Francisco Medina Manrique, periodista, Guayaquil