La movilidad humana interna en Ecuador —el desplazamiento de personas dentro de nuestras fronteras— es una crisis silenciosa que exige nuestra atención colectiva. Como ecuatorianos, enfrentamos el desafío de garantizar que todos puedan vivir con seguridad, dignidad y oportunidades, sin importar dónde se encuentren. Este fenómeno, impulsado por la violencia, la pobreza y el cambio climático, refleja desigualdades profundas que debemos abordar con determinación y solidaridad.

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La inseguridad, particularmente en regiones como Esmeraldas y Manabí, ha desplazado a miles de familias. Según la Defensoría del Pueblo, en 2023 más de 60.000 personas fueron forzadas a abandonar sus hogares debido a la violencia del crimen organizado.

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La pobreza rural — especialmente en provincias como Bolívar y Chimborazo— empuja a muchos hacia ciudades como Guayaquil y Quito, donde a menudo enfrentan condiciones precarias.

El cambio climático agrava esta realidad: inundaciones en la Costa y deslaves en la Sierra han dejado a comunidades sin hogar, obligándolas a migrar internamente en busca de refugio.

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Los desplazados internos enfrentan vulnerabilidades extremas: falta de acceso a salud, educación y vivienda digna, especialmente en asentamientos informales. En Guayaquil, muchos llegan a zonas de alto riesgo, como las laderas, donde la exclusión y la inseguridad persisten.

Las mujeres y los niños son particularmente vulnerables a la explotación. Esta situación nos interpela a todos: no podemos aceptar que la movilidad forzada sea la única opción para tantos ecuatorianos.

Resolver esta crisis requiere unidad y acción coordinada. Debemos fortalecer la seguridad mediante estrategias comunitarias y una presencia estatal efectiva.

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Invertir en desarrollo rural — con empleo, educación y resiliencia climática— es fundamental para reducir la migración forzada. Necesitamos políticas públicas que garanticen los derechos de los desplazados, desde vivienda hasta integración social.

La cooperación entre gobiernos, sociedad civil y comunidades locales es clave para construir un Ecuador más justo.

La movilidad humana interna refleja nuestras desigualdades, pero también nuestra capacidad de cambio. Me rehúso a creer que el único escenario posible sea abandonar nuestras comunidades por la falta de atención a la seguridad y los servicios prioritarios. Juntos, podemos forjar un país donde cada ecuatoriano prospere en su hogar. Hagamos de la solidaridad nuestra fuerza. (O)

Néstor Estacio Maridueña, Guayaquil