Siempre y por el mismo horizonte empezaba su descenso a las profundidades del océano frente a las playas de General Villamil.

Absorto y meditabundo, empecé a caminar por la orilla del mar, de la misma forma que lo hacía cuando era niño, unas veces saltando para no mojarme los pies y otras veces buscando mojarlos. ¡Qué maravillosas sensaciones!

Todos llevamos un poco de grandeza

En los minutos finales del 2023, mi afán más bien era tener unos minutos a solas para olvidarme un poco de los duros momentos que mi familia estamos pasando.

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Reflexivo, pensativo, atormentado y caminando por la playa me llamó la atención un mensaje sobre la arena dura, escrito con alguna caña o palito, que decía: “Feliz año 2024″ y a un lado el dibujo de un perfecto corazón. Me pareció bastante profesional, tal vez de algún gran artista.

Es curioso saber que cosas tan simples pueden enriquecer y avivar tu creatividad para pensar más allá de lo obvio...

¿Pero qué clase de artista haría algo tan bonito y fugaz? Entonces pensé y me dije, antes de que el océano lo borre, le tomé una foto. Y ahí quedó, para siempre en mi nube. Y pensé, ojalá también los sentimientos pudieran fotografiarse para que queden guardados eternamente en el infinito. Para que cuando las personas amadas ya no estén con nosotros podamos ver esas imágenes y revivir esos momentos maravillosos.

Seguí mis pasos y miraba cada rostro de quienes estaban disfrutando de la caída de sol, tratando de adivinar quién de los presentes podría haber escrito el mensaje.

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La vida, el amor y la pasión

¿Habrá sido un hombre, una mujer? No tengo la menor idea. Pero por lo delicado de los trazos imaginé que tendría que ser una mujer. Porque ellas tienen esa gracia en su escritura. Lamentablemente, no pude hallar al autor de tan sencillo mensaje. Volví a mi habitación, renovado y entusiasmado.

Es curioso saber que cosas tan simples pueden enriquecer y avivar tu creatividad para pensar más allá de lo obvio, de lo predecible, de lo cotidiano. (O)

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Roberto Montalván Morla, Guayaquil