En los mil y un problemas que atravesamos como sociedad, el más grave, y raíz de todo mal, es sin duda alguna la deshumanización y la desconexión entre nosotros mismos. Es una realidad que se quiere ocultar ante los ojos de una sociedad que camina sin rumbo.

Vivimos en una extinción masiva tanto de seres vivos como de valores y principios que constituían nuestros pilares fraternos, teniendo como principales actores responsables a la corrupción, la descomposición política y los intereses particulares, los cuales poco a poco nos condenan a la autodestrucción, de la mano de la era tecnológica invasiva y los avances científicos que nos convencieron de que no somos seres humanos; siendo esa la razón por la que muchísimas personas viven totalmente desconectadas de su ser interior. En consecuencia, hemos olvidado el respeto a la vida, la igualdad, la empatía, la reconciliación social, el hecho de que venimos de lo más sagrado y de una creación tan perfecta; y lo peor, estamos infectados por el virus de la inconsciencia y la inacción, siendo incapaces de luchar por lo que realmente importa, dándole ventaja al mundo material que con pasos fuertes aplasta sin miramientos todos los caminos hacia la dignidad y la reconversión humana. (O)

Renata Iturralde Serna, Guayaquil