El desarrollo de la inteligencia artificial (IA) cada día adquiere más atención y ocupa miles y miles de millones de dólares para su vertiginosa evolución. ¡Ay, si fuera lo mismo para dar comida y vivienda a los que no las tienen!

La pandemia de COVID–19 en los largos meses de encierro del pueblo contribuyó a un inusitado aceleramiento tecnológico... Está claro que la inteligencia artificial (IA) “crea máquinas que presentan las mismas capacidades que el ser humano, como el razonamiento, el aprendizaje, la creatividad y la capacidad de planear”. En medio de este bullicio de algoritmos y sofisticados sistemas informáticos llama la atención, la discusión y el análisis profundo de la resolución adoptada en mayo último por Suecia –que forma parte siempre del top ten de los países con la mejor educación del mundo–, en el sentido de alertar del riesgo de “crear una generación de analfabetos funcionales” y poner “en suspenso la estrategia de digitalización de las aulas”, porque según su ministra de Educación, Lotta Edholm, los libros de textos “tienen ventajas que ninguna tablet puede sustituir”. Se trata de una decisión que es resultado de consultas con el Instituto Karolinska (uno de los principales referentes del mundo en el campo de la neurociencia) y más de 60 expertos en la materia, que concluyen que “toda la investigación del cerebro de niños muestra que no se benefician de la enseñanza basada en pantallas”. La determinación, que ha recibido también críticas por entendidos y ha sido calificada como “precipitada”, con seguridad será parte de atención gubernamental preferente. Por ahora, la decisión es destinar 150 millones de euros hasta el 2025 para “reintroducir los libros de texto en las aulas”, porque la ministra Edholm culpa a las pantallas “del descenso de nivel de comprensión lectora entre los niños suecos”, y advierte de una crisis de lectura, por eso “el Gobierno quiere ver más libros de texto y menos tiempo de pantalla en la escuela”. Estas cosas suceden con la tecnología, con certeza la inteligencia artificial, IA, ya buscará solucionar, aunque Stuart Ruseell, profesor de la universidad de California en Berkeley, afirme que “los robots no tomarán conciencia por sí mismos ni se alzarán contra sus amos”, pero sí cree que su multiplicación “puede aniquilar a los humanos, al asignárseles tareas equivocadas”. (O)

Jorge A. Gallardo Moscoso, periodista, avenida Samborondón