Los derechos humanos como atributos y privilegios inherentes y esenciales, presentes en todas las personas para vivir en condiciones de dignidad no son una concesión del Estado ni de gobernante alguno: emergen de la propia naturaleza humana.

Los derechos humanos tienen su origen en preceptos religiosos que buscan guiar la conducta moral, están presentes desde la historia de la humanidad sus antecedentes son bíblicos los encontramos en los 10 mandamientos o decálogo como un conjunto de leyes divinas dadas por Dios a Moisés, en el monte Sinaí, para guiar al pueblo de Israel y contienen derechos del hombre en sí mismo y en su relación con los demás, luego se desarrollan y convierten en preceptos legales que se incorporan como normas jurídicas para la protección de la dignidad humana.

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Los 10 mandamientos constan en el Éxodo y en el Deuteronomio, y se refieren al amor a Dios, a profesar una vida liberada de la esclavitud del pecado y del amar al prójimo como a uno mismo.

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Los tres primeros mandamientos se refieren al amor a Dios y los restantes al amor a los demás: 1. amarás a Dios sobre todas las cosas; 2. no tomarás el nombre de Dios en vano; 3. santificarás las fiestas; 4. honrarás a tu padre y a tu madre; 5. no matarás; 6. no cometerás actos impuros; 7. no robarás; 8. no darás falso testimonio ni mentirás; 9. no consentirás pensamientos ni deseos impuros; 10. no codiciarás los bienes ajenos.

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El respeto a los preceptos sagrados es vivencia de todos: derecho a la vida (no matarás); derecho a la propiedad privada (no robarás); derecho al debido proceso (no levantar falso testimonio); derecho a la verdad (no mentir); y derecho a vivir con dignidad (prohibir la codicia).

Otro ejemplo es la tragedia de Antígona y Creonte, conflicto entre el derecho humano de prevalencia de los ritos funerarios, que es ley natural frente al imperio del derecho positivo del rey Creonte. Antígona se aferró “a ciertas leyes no escritas e inmutables del cielo” ley natural sobre la ley civil, desobedece al gobernante Creonte, rey de Tebas, que había decretado no enterrar a su hermano Polinices por haber pretendido destruir Tebas.

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Antígona rival de Creonte, y este, ensoberbecido contra Polinices que muere en el campo de batalla luchando contra su hermano que defendía Tebas. Contra esta disposición de Creonte, Antígona, hermana de los dos guerreros que murieron enfrentados, a pesar de ser amenazada con pena de muerte, enterró también a su hermano prohibido de ser enterrado.

Creonte, la apresó y la llevó ante él esperando súplicas por el perdón. Sin embargo, Antígona prefirió sacrificar su vida y no renunciar a su derecho natural. (O)

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Franklin Bolívar Moreno Quezada, doctor en jurisprudencia, Guayaquil