En mis inicios como abogado me tocó patrocinar a un trabajador injustamente despedido en pandemia por un conocido hotel de esta ciudad. ¿Se imaginan trabajar 27 años y de la nada te despidan y un juez ordene que por todo ese tiempo laborado como indemnización se pague solamente $ 1.000,00? Si tuviste indignación al leer esto, entonces eres de mi pensar. Se interpuso el recurso de apelación por esa terrible decisión; debíamos dejar un precedente en derecho. Ese juez para tranquilidad de todos actualmente está destituido. Ahora, mediante sorteo del tribunal de alzada se conocen los magistrados que conocerán sobre el recurso para ratificar la sentencia a favor del hotel o revocarla a favor del extrabajador.

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Navegando en la red social X (antes Twitter) veo que existe una gran amistad entre el abogado de la contraparte y la jueza ponente que iba a conocer el caso. Ya se imaginarán como abogado que recién comienza en esta noble profesión buscando la forma legal para impedir que ella nos escuche en la próxima audiencia, ya que me imaginé que íbamos a “perder” nuevamente el juicio por la “imparcialidad” de la jueza. ¡Qué equivocado estuve!

No tengo ninguna amistad con ella; es mi deber moral escribir estas líneas por mi experiencia personal...

Entonces, tomé la decisión de confiar en la justicia y preparar milimétricamente cada párrafo de los alegatos de manera minuciosa revisando cada detalle de la injusta sentencia y, sobre todo, la indebida valoración de las pruebas del juez en primera instancia. Llegó el gran día. Los magistrados escucharon a las partes, nos felicitaron por mantener el marco del respeto y, a la hora de dictar la sentencia oral, momento en que se me paraliza el corazón, escuchó la palabra de la jueza ponente donde se revoca la sentencia. En ese momento pude observar a mi cliente y ver su rostro con la expresión de “Se hizo justicia y recibiré una justa liquidación por más de 27 años de trabajo”.

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Al culminar la audiencia me acerqué como de costumbre y me despedí de todos en la sala; no agradecí a los magistrados, ya que ese es su trabajo, velar por un proceso justo para el que tenga la razón. Ahora sí, de quien hablo en esta corta historia es de la doctora Ivonne Núñez, la actual ministra del Trabajo del Gobierno del presidente Daniel Noboa Azín. No tengo ninguna amistad con ella; es mi deber moral escribir estas líneas por mi experiencia personal, para que las personas no duden de su desempeño y apoyemos su trabajo siempre a favor de los derechos de los débiles. Le deseamos éxitos ministra. (O)

John Vasconez Erraez, abogado, Guayaquil