Recuerdo como algo sagrado y mágico en mi cerebro y en mi alma las sabias enseñanzas de mis profesores jesuitas, quienes me sembraron como hábito el amor a la lectura una hora por la mañana y otra por la tarde eran suficientes para cumplir con las tareas de clase y aprovechar el tiempo para leer lo que más nos gustaba. Había una gran biblioteca con toda clase de libros, principalmente los clásicos, recuerdo que después de la hora de lectura nos quedábamos picados y corríamos al baño a leer Romeo y Julieta de Shakespeare, la bella historia de amor de María y Jorge de Jorge Isaac, Flor de durazno de Hugo Wast, que nos apaciguaba el espíritu, las locuras sabías del Quijote que quería arremeter con lanza en ristre contra los molinos de viento, arrebatos apaciguados por un Sancho enarbolado de un pragmatismo puro y tangible.
El amor es la energía más poderosa
La lectura nos permite entrar en íntima relación conceptual, intelectual y espiritual con los grandes sabios de todas las épocas, los recuerdos de los vedas, los upanishad, los budas, Lao-Tse, Confucio, el zen, los gurú, los avatares por el lado de Oriente y por Occidente Sócrates, Platón, Aristóteles, Alejandro Magno, Diógenes, Epicuro, etc.
Publicidad
Siempre me sorprendió Sócrates, quien nunca escribió, solo pensó y habló y por los diálogos de Platón nos enteramos de que él fue quien nos inculcó el “solo sé que nada sé”, al oírle a la pitonisa en el templo de Delfos decir que era indispensable “conocerse a sí mismo y quererse a sí mismo, para querer a los demás” y cómo le obligaron a tomar la cicuta los mismos déspotas que siempre han existido en la historia de la humanidad.
Infancia digital, pensar y crear
Al leer vemos como el Homo Brutus se transformó por la educación en Homo Sapiens y luego con la tecnología en Homo Videns, y ahora vemos que lo artificial se quiere imponer a lo natural. (O)
Publicidad
Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro