A propósito del próximo proceso electoral, vendría bien analizar una nueva herramienta democrática. La democracia vigente en la mayoría de naciones, a juzgar por sus resultados, parece ya obsoleta. Esta es adoptada del Imperio romano, que fue creada para consolidar a la élite política; en la actualidad sigue privilegiando al operador del sistema y no directamente a la comunidad. Es quizá el momento de plantearnos otro tipo de democracia, una que privilegie la voluntad de los votantes y cree una mejor democracia.

La falaz democracia directa

Contamos con los elementos tecnológicos necesarios para hacerla posible; hay tantos teléfonos inteligentes como individuos. Esto, sumado a los sistemas blockchain que hacen inviolable la información y sustentan a las criptomonedas, permitiría crear un sistema democrático extremadamente eficaz y de bajo costo. Esto lo haría viable para que los votantes decidan no solo quién va a gobernar, sino también para fiscalizar su gestión. A través de este sistema se podrían hacer tantas consultas populares como fueran necesarias. La democracia directa digital nos pondría a la vanguardia no solo democrática, sino también económica y política. (O)

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Kerwin Díaz López, Guayaquil