La atención en los hospitales públicos de Ecuador ha sido objeto de críticas durante años, y mi reciente experiencia en un hospital del IESS en Quito reafirmó esta dura realidad.
El pasado lunes 11 de noviembre acudí para obtener información sobre la salud de mi tío, a pedido de su hija, quien vive en Estados Unidos y que me contactó preocupada el día anterior. Lo que encontré allí fue desolador y carente de humanidad.
Llegué temprano al hospital, esperando al menos ser guiado por un profesional médico que pudiera darme información. Sin embargo, lo único que encontré fue un guardia en la entrada, quien se convirtió en la única fuente de contacto. Al explicarle la situación, recibí una respuesta impensable: “Ya se murió”, dijo, sin empatía alguna. Quedé paralizado, rodeado de otros visitantes que compartían mi desconcierto.
Publicidad
Cáncer de mama y el diagnóstico temprano
Este acto refleja un problema estructural profundo en el sistema de salud pública. En otros países, la comunicación de noticias sensibles es responsabilidad de profesionales de la salud capacitados, quienes brindan apoyo emocional y guían a los familiares. Sin embargo, en Quito se delega a guardias sin preparación para enfrentar estas situaciones.
La ausencia de protocolos claros y la falta de personal capacitado son evidentes. Este hecho no es aislado; miles de ecuatorianos enfrentan diariamente un trato desprovisto de compasión en los hospitales del IESS. Se necesitan reformas urgentes para garantizar una atención que respete la dignidad y el dolor de los familiares.
Mi historia debe ser un llamado a la acción para que se reconozca y se priorice un cambio, en que la humanidad y la empatía sean el núcleo de la atención médica. (O)
Publicidad
Eduardo Salgado Enríquez, Latacunga