La colada morada y las guaguas de pan constituyen expresiones vivas de la identidad y espiritualidad del pueblo ecuatoriano. Más allá de su dimensión gastronómica, estas preparaciones representan un diálogo entre la memoria ancestral y las prácticas culturales que han perdurado a lo largo de los siglos. Sus orígenes se remontan a las culturas precolombinas de la región andina, para quienes la época de cosecha y siembra simbolizaba el ciclo de la vida y la muerte. Durante la temporada de lluvias, los pueblos indígenas rendían homenaje a sus ancestros con ceremonias que celebraban el tránsito de la existencia. En estos rituales se compartía una bebida elaborada con maíz morado y frutas silvestres, signo de comunión entre los vivos y los muertos. Con la colonización española, estas manifestaciones fueron reinterpretadas desde una perspectiva cristiana, integrándose a las celebraciones del Día de los Difuntos. De esta fusión cultural surgieron la colada morada y las guaguas de pan como ofrendas simbólicas, que evocan tanto la memoria de los seres fallecidos como la continuidad de la vida.
Las guaguas, cuyo nombre proviene del vocablo quichua wawa, que significa ‘niño’, antiguamente eran elaboradas con zapallo y representaban el cuerpo de los difuntos. Con el paso del tiempo, su preparación se modernizó y su simbolismo se adaptó a nuevas expresiones de arte y devoción popular. Actualmente cada región del país conserva su propia receta y estilo. Los ingredientes, como el maíz morado, el ishpingo, el clavo de olor, la mora, el mortiño, el babaco y la piña, se combinan con esmero en un proceso culinario que es, al mismo tiempo, ritual y memoria. Así, la colada morada y las guaguas de pan trascienden lo material para convertirse en un patrimonio cultural que une al Ecuador. (O)
Elio Roberto Ortega Icaza, ingeniero, El Coca, Orellana

















