En el Ecuador, cuando se habla de personas mayores, la atención suele centrarse en las mujeres, en sus roles de cuidadoras, en su fragilidad, en sus necesidades afectivas, sin embargo, hay un grupo que envejece en silencio: los hombres mayores de 60 años, hombres que fueron jefes de hogar y sostén económico, y que hoy enfrentan una etapa vital para la que casi nadie los preparó.

Trasplante de pulmones

Tras décadas de trabajo, llega la jubilación, no solo del empleo, sino también de muchas relaciones y responsabilidades. La pérdida de roles, la viudez, el distanciamiento con los hijos, el cuerpo que ya no responde igual, van erosionando la autoestima. Lo que en otros tiempos fue orgullo, ahora se transforma en miedo, ansiedad o aislamiento. Y, sin embargo, siguen callando. Los estereotipos de género les enseñaron a no mostrar emociones, a no pedir ayuda, a no hablar de lo que sienten. Por eso muchos viven su dolor emocional de forma invisible. La depresión en los hombres mayores no siempre se ve como tristeza; se disfraza de irritabilidad, de enfermedad, de indiferencia. Algunos se vuelven más callados, otros más agresivos, casi todos más solos.

Lecciones de Sister Hong

Como sociedad aún no hemos aprendido a acompañarlos. Ni las políticas públicas ni el sistema de salud están plenamente orientados a atender su salud emocional. Y muchas familias tampoco saben cómo hacerlo. Creen que si tienen un techo y comida están bien. Pero nadie pregunta cómo están por dentro. La psicología, tiene hoy un papel clave: escuchar, intervenir, orientar. No basta con atender la presión arterial o los niveles de glucosa, es urgente atender el alma. Brindar espacios seguros, crear redes de apoyo, promover el envejecimiento activo y emocionalmente sano. Porque envejecer no es dejar de vivir, es vivir de otro modo. Este es un llamado, no solo a las autoridades, sino también a cada hijo, nieto, vecino, profesional y ciudadano: dejemos de ignorar la soledad del hombre mayor. Aún tienen mucho que decir, a pesar de que ya no lo digan. Su silencio no es desinterés, es un grito que no han aprendido a poner en palabras. Rescatar su dignidad es tarea de todos. Escuchar su historia es una deuda pendiente. Y garantizarles paz mental y emocional es un acto de justicia. Mientras tanto el tiempo sigue su marcha. (O)

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Elio Roberto Ortega Icaza, mediador y abogado criminalista, El Coca