Entre abril y mayo de 2025, del barrio ubicado en el trópico de Capricornio y meridiano 55° se mudaron con destino desconocido dos ilustres y queridos inquilinos, íconos del amor, la bondad y la sencillez. Estrellas latinoamericanas que no solo brillaron por sí solas, sino que cada uno con su estilo dieron luces de buen vivir a la humanidad entera.
El uno católico de fe y el otro ateo de convicción, pero ambos amaron y sirvieron al prójimo como Dios manda. El uno misionero y el otro guerrillero, pero ambos lucharon por la libertad, igualdad y justicia de hombres y mujeres. El uno repartía bendiciones y bienestar a los desvalidos y el otro compartía dinero con los pobres, pero ambos fueron monumento a la coherencia. El uno “papa de los pobres de todo el mundo” y el otro “el presidente más pobre del mundo”, pero ambos de vida sencilla y austera queridos por sus mandantes. Ambos con diferentes ideologías políticas, pero ambos buenos líderes. El uno argentino y el otro uruguayo, pero ambos renovadores insignes, referentes en Latinoamérica y el mundo. El uno pulcramente preparado, doctor en todo tema, el otro formado en la calle y en la cárcel, pero ambos sabios y de mente brillante. El uno murió de un ictus cerebral y un colapso cardiovascular irreversible y el otro de cáncer de esófago, pero ambos alegres incansablemente trabajaban todo el día. Ambos murieron de diferentes formas, pero los dos se mudaron sin rumbo cierto, dejando a sus pueblos un inolvidable legado. El uno combatió el fundamentalismo y el otro atacó ferozmente al consumismo, pero ambos con manos limpias, corazón ardiente y mente esclarecida dedicaron su vida a la causa de los más necesitados. Adiós, papa Francisco; adiós, Pepe Mujica, inquilinos ilustres de esta tierra, ejemplo de políticos y gobernantes, luz y guía de sus pueblos, que Dios les tenga en su gloria y brille para ellos la luz perpetua. (O)
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Marco A. Zurita Ríos, ingeniero civil, Quito