A todos aquellos que reclaman y protestan por los despidos que el Gobierno está implementando en el sector público y la disminución de ministerios y secretarias, especialmente a aquellas organizaciones estudiantiles reconocidas como socialistas y comunistas que están planeando manifestaciones contra el Gobierno, valga refrescarles la memoria: somos un país pequeño, con apenas 18 millones de habitantes, el cuarto más pequeño en América del sur, y contamos con un Estado obeso que absorbe la mayor parte del presupuesto nacional. Este descalabro escalofriante empezó en el gobierno de Correa, cuando contábamos con un precio por petróleo de casi $ 100 por barril y la producción petrolera estaba a su máximo pico, generando enormes ingresos, sin nadie reclamando o pidiendo el cierre del Yasuní para enterrar la riqueza petrolera necesaria para construir hospitales, escuelas, carreteras y demás áreas urgentes de dinero. Con la ingenuidad criolla que nunca falta, se pensó que esta riqueza iba a durar para siempre y se empezó a crear un aparato burocrático gigantesco, con el despropósito de obtener votos en elecciones próximas y asegurar reelecciones, pues el efecto multiplicador de empleados, familiares y amistades aseguraba el triunfo sin mayor esfuerzo. El duro despertar vino cuando el precio del petróleo cayó y la bonanza petrolera se acabó; los fondos millonarios fueron saqueados por políticos corruptos que, al darse cuenta de que ya no había nada más que llevar, de repente ya no les interesó ni la patria ni seguir en el poder y a la final quedó la mesa vacía y, según dicen muchos, ni siquiera mesa había. Pero quedó el Estado pipón sin medios para seguir manteniéndolo y allí empezó el problema que ha ido aumentando a medida que los años han pasado. Ecuador entero ha reclamado ya hace tiempo reducir el Estado, pues en gobiernos anteriores se crearon múltiples entidades que no servían para nada, solo para mantener pipones o abrazar árboles.
El país requiere un plan de prevención de riesgos
Puede ser doloroso para muchos, pero hay que afrontar la realidad y ajustarse el cinturón. El petróleo ya no está a $ 100 y su producción cayó, los minerales son robados por bandas criminales y personas se oponen igualmente a su extracción sin pensar que las áreas de extracción de minerales y de petróleo no son propiedad solo de ellos, sino de todos los ecuatorianos, y deberían más bien pensar que el producto económico de esos sectores los beneficiaría a ellos también.
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Tenemos que ser consecuentes y reducir costos innecesarios. El Gobierno parece estar actuando con cordura. Ojalá no cometa el error de volver a inflar a un Estado paupérrimo, porque sería como pegarse un tiro en el zapato, el cuento de nunca acabar, ser indolente con el pueblo cansado de tanta pobreza y carencia de lo más esencial, como salud, educación, alimentación infantil, agua. (O)
Nelly Lozada García, Guayaquil