Los humanos de prácticas éticas –dice la columnista de opinión de EL UNIVERSO Nelsa Curvelo– “no son ángeles con alas, son como nosotros, tienen errores, pero muchas virtudes”.
La ética no es atributo ni mandato divino, es el ejercicio permanente de obrar dentro de las normas de la convivencia social pacífica y justa. Entonces, preguntamos ¿estará la ética en “roben, pero roben bien” como pregonó una asambleísta; o en que “sobornar es un asunto entre privados”, como justificó un expresidente que está actualmente prófugo de la justicia; y en mediatizar la política sin principios, poniendo a modelos, presentadores, influencers, ‘famosos’, como mercadería electoral; en usar laberintos de la justicia mediante jueces negociables para liberar a los corruptos, delincuentes y criminales sentenciados; vender cargos públicos; firmar contratos con sobreprecios; hacer legislaciones con cálculos para futuros usufructos? Los ejemplos son alarmantes e innumerables, por lo que se requiere más que ser la cara humana de la ética para cambiar a nuestra sociedad, pero por lo menos la hace tangible y visible. Sí, si desde la familia enseñamos a los niños los elementales valores de respeto honestidad, orden, disciplina, cortesía, solidaridad, empatía, honradez, justicia, verdad, bondad, etc.
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Entre otros, no sería mandatorio exigir las asignaturas de estudios de los valores, la cívica, en las escuelas y colegios, solo habría que reforzarlos. La ética está por sí misma en nuestra humanidad. Más bien nuestra animalidad no nos permite ser éticos. Si entendiéramos la diferencia entre valor y precio, tendríamos más claro el concepto de la ética.
Las personas tenemos valores, las cosas tienen precio, pero desgraciadamente hay humanos cuyas conciencias se compran y se venden. (O)
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Joffre Edmundo Pástor Carrillo, licenciado en Educación, Quito