Desde el origen de las generaciones, considerando la precariedad y la vida inhóspita, las multitudes que habitaron la tierra sufrieron lo indecible para combatir las adversidades; tales como las inclemencias climáticas, los animales salvajes y la invasión de los bárbaros que impusieron la esclavitud y la explotación, pero el ser humano siempre tuvo la convicción del bienestar, del trabajo, del adelanto y sobre todo de saber que es libre y que puede gozar de la igualdad de derechos que es común para todas las personas.

Este importante objetivo se reafirma en el curso de la Revolución francesa, tiempo en el cual se crean los derechos del hombre y del ciudadano, conquista adquirida a través de los precursores de la revolución, hartos por la opresión sufrida por el pueblo por parte de la monarquía.

No obstante, después de este gran acontecimiento, surgieron gobiernos tiránicos y dictatoriales como los nazi, estalinistas y otros erigidos en el mundo que implantaron el odio, racismo, latrocinio, repulsión y violencia.

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El gran debate

Frente a esta trágica realidad, el 10 de diciembre de 1948 la ONU (Organización de las Naciones Unidas) reunida en asamblea general, aprobó y proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, mediante la suscripción de todos los países integrantes y los que luego formaron parte.

Desde entonces, se estableció que debía conducir como primacía en la constitución de todos los países que sellaron este acuerdo el respeto a la proclamación de los derechos humanos y la obligación de proporcionar a la ciudadanía fuentes de trabajo, seguridad, salud y educación.

Desafortunadamente, con el transcurrir de los ciclos vivenciales, los enunciados de los derechos humanos, así como también la democracia, el periodismo independiente, la libre expresión del pensamiento, logros adquiridos en bienestar de la humanidad, volvieron a ser vilipendiados por regímenes de oprobio.

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Educar en la democracia

Surgen entonces, seudogobiernos y caudillos que aparecen como iluminados y salvadores de la patria, como aconteció en Cuba con Fidel Castro Ruz, la matriz del socialismo del siglo XXI y que sirvió de modelo para otros gobiernos nefastos como el de Venezuela y Nicaragua.

Nicolás Maduro y Daniel Ortega son los responsables de la fuga de innumerables personas que tuvieron que huir de sus lugares de origen en la búsqueda de encontrar la paz y un mejor horizonte, ocasionando un gran problema para la sociedad como es la desintegración familiar que acarrea devastadoras consecuencias.

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Frente a las tiranías, deshumanización, indiferencia e intolerancia no le ha quedado al hombre otro rumbo que seguir batallando por su ansiada libertad, sin perder la esperanza de encontrar que quienes aspiren a gobernar un país sean seres honestos, justos, equilibrados y estadistas y que no quieran perpetuarse en el poder para beneficio personal.

Nueva cita con la patria

Sin lugar a dudas, la democracia es la única opción para que los pueblos puedan vivir en armonía, los otros sistemas no han pasado de ser meros ensayos.

La demolición del muro de Berlín, ocurrido el 9 de noviembre de 1989 en la Alemania comunista, es por demás elocuente del fracaso de ideologías que nunca tuvieron asidero como el comunismo, el socialismo, estatismo y neoliberalismo.

Debemos estar alerta, entonces, ante la amenaza de quienes quieran traer ideologías perniciosas. Ya el Ecuador por la gracia de Dios y de sus habitantes se salvó de esta barbarie.

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Que el sufragio en estas elecciones sea un voto por la vida y no la muerte. (O)

José Franco Castillo Celi, psicólogo y médico naturalista, Guayaquil