Con mi esposa teníamos que asistir a un evento importante organizado por la Gran Logia de Bolivia, por el solsticio de invierno, el martes 20 de junio y embarcarnos en avión en Quito, la noche del lunes para hacer escala en Lima por dos horas y luego volar a Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.

En Quito, cuando ya estábamos en la sala de preembarque, nos dijeron que el vuelo se cancelaba por una tormenta eléctrica en Miami; los pasajeros respondimos que debían habernos avisado con anterioridad que el vuelo estaba en stand by (en espera), pero no quisieron dar explicaciones; la atención dejó mucho que desear. Por presión de todos, nos dieron alojamiento de hotel en Quito. En nuestro caso, nos asignaron el vuelo Quito–Guayaquil –Santiago de Chile–Santa Cruz de la Sierra para el martes, por lo que perdimos el evento de ese día. Eso me significó un perjuicio profesional, pero para los otros el daño era mayor. Preguntamos si alguien nos podía ayudar y decían que cualquier reclamo debíamos hacerlo en Santiago de Chile donde están las oficinas principales de la aerolínea. El comportamiento de los empleados del counter del aeropuerto de Quito evidenció que no sabían qué hacer y no tenían o no cumplían con un procedimiento para manejo de contingencias, por lo que la atención fue pésima y descortés; la responsabilidad, obvio, no era de los empleados, sino de la empresa. Al llegar al aeropuerto de Santiago de Chile la atención fue inmediata, nos apoyaron en todo al llegar y al salir de Santa Cruz de la Sierra, profesionales, corteses; y en Lima, la atención fue excelente también.

¿Quién supervisa en Quito a estas empresas? Solicito a la Defensoría del Pueblo que intervenga para velar por los consumidores que sostenemos a estas empresas que no nos hacen ‘favor’, sino que proporcionan un servicio por el cual pagamos. (O)

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Enrique Cobo Bustamante, Guayaquil