Recuerdo al poeta Samuel Taylor Coleridge y su pequeño poema que decía algo como: “¿y qué si dormías? ¿Y qué si en tus sueños soñaste? ¿Y qué si en tu sueño fuiste al cielo y allí cogiste una extraña y hermosa flor? ¿Y qué si al despertar la flor estaba en tus manos?”. Imagínense cómo sería el mundo sin la imaginación, cómo hubiera escrito García Márquez Cien años de soledad, o Antoine de Saint Exupéry El principito, o Jean Dominique Bauby La escafandra y la mariposa y tantas historias que han nacido de este maravilloso don de la inteligencia del ser humano. ¿Cómo bajar las estrellas y ponerlas a los pies del ser amado?, ¿cómo el mar acaricia las playas?, ¿cómo hacer realidad los sueños?, ¿cómo hacer sin la imaginación las utopías realidades?, y qué de importante serán los sueños en nuestras vidas que nos pasamos la tercera parte de nuestras vidas soñando, preparándonos para la eternidad.
Es tan fascinante la imaginación que si se te ocurre te puedes meter en el alma de la mujer amada y volar con ella por los espacios siderales sin tiempo ni espacio, navegar en medio del mar escoltado por sirenas, hacer un poema o un verso a la mujer que ni siquiera conoces, sentir que tu alma se sale de tu cuerpo hasta fundirse o desaparecer en el infinito y qué hermoso sería si al despertar te topas que en realidad la flor apareció entre tus dedos.
William Blake tiene un poema hermoso que dice: “en un grano de arena contemplar el mundo, en una flor silvestre el cielo vislumbrar, sostener en la mano el infinito y la eternidad de una hora condensar”, hacer nuestro el universo y tener el infinito unos pocos segundos en nuestras manos, ¡esa es la imaginación!
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La ciudad que no frena: víctimas de un tránsito implacable
Recuerda siempre que el universo y el mundo fueron creados por la imaginación de un Dios que hizo posible la energía de donde emergió la vida. (O)
Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro