Hay un tipo de cansancio que no aparece en las estadísticas ni en los discursos oficiales: el cansancio social. Ese que se acumula cuando las promesas políticas se repiten y las calles siguen igual de agrietadas.

En América Latina, ese agotamiento se manifiesta en gestos cotidianos: el silencio en el transporte público, la ironía como refugio en las redes sociales, la migración como último acto de esperanza.

Pugna de poderes: el eslabón más débil

Desde Europa, donde estudio Diplomacia Pública, miro con distancia y afecto cómo la región a la que pertenezco vive una contradicción constante: exigimos transformaciones profundas, pero seguimos atrapados en la urgencia. Nuestros Gobiernos, incluso los bien intencionados, parecen administrar crisis más que construir futuro.

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Ecuador no es ajeno a ello. En los últimos años, la inseguridad, la precariedad laboral y la desconfianza en las instituciones han generado un clima de agotamiento colectivo. La violencia se normaliza y el ciudadano medio se siente cada vez más solo frente a un Estado que promete protección, pero apenas reacciona.

Sin embargo, el cansancio también puede ser un punto de inflexión. Cuando una sociedad se reconoce exhausta, empieza a buscar nuevas formas de participación: colectivos barriales, movimientos ambientales, redes juveniles. En ese tejido silencioso puede estar el germen de una reconstrucción democrática.

Ecuador: fomentemos soluciones

Vivir entre dos continentes me ha permitido entender que el desgaste no es solo latinoamericano. Europa también enfrenta su propio cansancio político y moral. La diferencia radica en la solidez institucional que amortigua la frustración. En nuestra región, el desencanto golpea más fuerte porque las redes de contención son frágiles.

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Quizá el desafío sea ese: convertir el cansancio en conciencia y entender que el cambio no empieza con un gobierno, sino con la narrativa con la que decidimos contarnos.

El cansancio no tiene por qué ser el final de una historia política. Puede ser el momento en que decidimos escribirla de otro modo. (O)

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Valeria Stephany Vega Valencia, Siena, Italia