El papel de la universidad de nuestros tiempos en los cuales se habla de la necesidad de formar al hombre nuevo, aparte de ser delicado tiene que estar considerando la enorme responsabilidad histórica que debe asumir, para capacitar a los profesionales del futuro en el amplio campo de la tecnología, pero dentro de sólidos parámetros éticos.

La educación, ahora, con enorme visión de futuro, ya la imaginó Pérez Guerrero; debe ser esencialmente humanista parque allí está la energía, la fuerza que permite acercarse a la luz, la paz, la solidaridad, la tolerancia y al mundo de los valores que nos hace comprender que somos superiores a los seres irracionales y a los cerebros electrónicos. No podemos mirar impávidos cómo la corriente negativa de un materialismo grosero obnubile la mente sana de una juventud digna de mejor suerte. Le corresponde a la universidad, como la más alta expresión del pensamiento y la ciencia, dirigir de tal manera los conocimientos de los hombres de hoy que sirvan para edificar un mundo de justicia y no para precipitar a los pueblos a la destrucción y muerte... La universidad debe enseñar ciencia y tecnología a las generaciones jóvenes, escuchar al pueblo del que forma parte, su clamor por las injusticias, enfermedades, aspiraciones, a fin de acudir con su ciencia y fervor a crear una era de paz, libertad y bienestar económico. (O)

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Segundo Jorge Enríquez Páez, abogado, Quito