Este día nos lleva a reflexionar sobre la profunda crisis que afecta a nuestra democracia y sistema judicial. En esta crisis estructural los abogados no están exentos de responsabilidad, ya que en muchos casos son protagonistas de la corrupción y obstáculos que impiden el funcionamiento adecuado de las instituciones.
En la actualidad, el título de abogado, por sí solo, parece ser motivo de indignación para quienes consideran que los mayores mentirosos de nuestra sociedad son aquellos que lo ostentan.
Desafortunadamente, la formación académica se ha desviado, produciendo “tinterillos”, en lugar de formar verdaderos juristas. Muchos abogados se centran más en aparentar sofisticación, que en ejercer la profesión con ética y responsabilidad.
Publicidad
Las universidades tienen una gran responsabilidad en esta crisis. Es vital que estas instituciones se comprometan de verdad con la formación ética y racional de los futuros abogados, así como con la contratación de profesores que ejemplifiquen estos valores.
(...) resulta inadmisible que aquellos que manipulan el sistema judicial no enfrenten consecuencias...
Es inaceptable que los abogados corruptos sigan ejerciendo, resulta inadmisible que aquellos que manipulan el sistema judicial no enfrenten consecuencias por sus acciones fraudulentas.
En el ejercicio de la profesión, la verdadera batalla está entre ejercerla con verdad y justicia o caer en la deshonestidad y corrupción. El verdadero triunfo está en mantener la integridad.
Publicidad
En última instancia, es en la conciencia de cada abogado donde se librará la batalla más importante, y es ahí donde se define el verdadero éxito en la profesión. Ser un abogado honesto y responsable no solo es un deber ético, sino también una victoria personal en el tribunal de la vida.
Solo en un país donde los operadores del sistema judicial (incluidos los abogados), honren la verdad, se podrá alcanzar la prosperidad. (O)
Publicidad
Juan Francisco Yépez Tamayo, abogado, Guayaquil