Luego del colapso de la cascada de San Rafael (CSR) ocurrida en febrero del 2020, el proyecto hidroeléctrico Coca Codo Sinclair (CCS) y el Sistema de Oleoductos Transecuatoriano (SOTE) han estado sometidos a una especie de estrés técnico-operativo como resultado de las erosiones regresivas y laterales de magnitudes nunca antes vistas y que han sido ampliamente difundidas, sin embargo, aún se tienen más dudas que certezas debido al hermetismo o falta de socialización de las acciones desarrolladas para contrarrestar dichos procesos erosivos por parte de quienes tienen la responsabilidad sobre una infraestructura de gran importancia en la economía del país, Celec y Petroecuador.
Respecto al proyecto CCS, a mi criterio existen tres situaciones que, en orden de importancia, las expongo a continuación. Primero, el posible colapso de la estructura de captación como consecuencia de la erosión regresiva, lo cual, más allá de las obras que se conocen públicamente que se han realizado, el río Coca, luego de cinco años del colapso de la CSR, ha llegado a definir una pendiente de equilibrio relativo, es decir, ha encontrado su nuevo equilibrio dinámico con altos grados de estabilidad durante el estiaje y de erosión controlable o normal en épocas de grandes caudales. Segundo, igual de grave que el anterior, es un tema imputable exclusivamente al rediseño del proyecto realizado en el año 2009, y tiene relación con la gran producción de sedimentos que se genera en la cuenca de drenaje aguas arriba de la estructura de captación y su no consideración en el diseño de la propia estructura de captación, que involucra el desarenador, que obliga en ocasiones a paralizar la generación y amenaza la operatividad de la estructura que pudiere quedar inutilizada a mediano plazo. Tercero, posible taponamiento de la descarga de la central aguas abajo de la antigua CSR, por la deposición de todo el material erosionado aguas arriba de la misma, lo cual hasta el momento no ha ocurrido y es improbable que ocurra, excepto que exista algún otro evento catastrófico que al momento es imposible de detectar.
El trazado del SOTE desde el año 2020 ha sido intervenido en más de una decena de ocasiones para realizar variantes y baipases que le han costado al país ingentes recursos económicos sin tener visos de solución, y tal parece que dichos trabajos van al ritmo de la erosión lateral, de la cual tenemos menos certezas de cuándo termine, por razones distintas a la erosión regresiva del cauce principal. Mientras tanto, el SOTE sigue modificando su trazado alejándose de la margen, y pese al tiempo transcurrido, no se ha construido una variante definitiva alejada del tramo crítico, cuyo costo seguramente sería menor a todo lo gastado en los trabajos emergentes, más allá del lucro cesante al paralizar el bombeo de crudo.
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El hermetismo con que se manejan las obras para contrarrestar los procesos erosivos por parte de las instituciones responsables de CCS y el SOTE dan lugar a que se planteen supuestas soluciones técnicas que menosprecian y socavan el buen concepto técnico del proyecto original de CCS ideado en la década del 70 y producen una serie de elucubraciones que caen en el ámbito de la especulación técnica sin sentido, que empeora el panorama de las fallas constructivas que son de dominio público. (O)
Jacinto Rivero Solórzano, ingeniero civil, Guayaquil


















