“La corrupción no solo desaparece el dinero: atrofia instituciones”. Esto lo dijo el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, en una entrevista en CNN. La corrupción no es de ahora; se ha infiltrado en los partidos políticos y en el Estado desde hace décadas, lo que culminó con una histórica sentencia de un presidente en el caso Odebrecht.
Desde hace años, hay el rumor de que cargos clave en las empresas del Estado se venden. ¿Qué se puede esperar de un funcionario que ha comprado un cargo? El hacerlo aumentó el costo de los contratos y la obra pública con el agravante de que los pagos a contratistas y proveedores pueden tardar años, lo cual fue el mejor incentivo para la corrupción. La triste realidad es que en el Ecuador nadie le puede vender nada al Estado sin tener que pagarle dinero a alguien, o si contratas con el Estado no le puedes cobrar tu dinero sin antes tener que pagarle dinero a alguien, y nos quitan el dinero a todos.
Lo más grave de todo es que pareciera que a la corrupción se la considera como un derecho adquirido. Las comisiones anticorrupción no han funcionado porque simplemente no las dejan. La idea es proteger al informante para tener acceso a la información y obtener las pruebas. El castigar la corrupción es una poderosa herramienta de gobernabilidad y liderazgo. (O)
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Juan Orus Guerra, arquitecto, Guayaquil