La semana pasada en el Diario EL UNIVERSO se reseñó sobre cierto trámite ante el Municipio de Guayaquil para que se otorgue en comodato un espacio localizado en la Alborada, donde una fundación quiere realizar en nuestra ciudadela la construcción de una cancha deportiva, una barbería, etc., para personas de escasos recursos de una cooperativa del suburbio.

Si existe verdadero interés en hacer algo por esos sectores populares, deberían habilitar espacios en esas mismas zonas que les ahorrarían costos de transporte a los que van a beneficiar. Sobre canchas, como usuario del parque Samanes, manifiesto que la mayoría de las canchas de ese amplio sector pasan desocupadas de lunes a viernes; en ese lugar no molestarían los usuarios. Soy morador de la etapa 11 de la Alborada, envié varias comunicaciones al Municipio de Guayaquil en la anterior administración municipal, solicitando que la cancha ubicada entre las manzanas 17 y 18 sea transformada en parque geriátrico y áreas verdes; las peticiones no prosperaron por discordias entre vecinos y una confusa encuesta realizada por empleados municipales para revertir la cancha para provecho común. Construir canchas en sectores internos residenciales es atormentar a los moradores, por las continuas bullas, golpes de pelotas, discusiones de peloteros, música estridente, suciedad, vocabulario soez, consumo de alcohol, drogas, y ningún control de horarios.

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Las familias de la ciudadela Alborada soportamos 25 años por el mal uso del espacio de nuestra cancha, peor sería si construyen otra cancha más para personas de otros lugares de la ciudad y aumenten el caos, ruido, etc. (O)

Jorge William Tigrero, economista, Guayaquil