“Se que me acusan de soberbia…” dice, y da a entender que le gusta salir, pasear al atardecer, ver el mar, pero se ve obligado a regresar a su hogar por el temor que infunde. Vive solo, completamente solo, pero le gusta jugar a las carreras, a las escondidas, pero lo que más le agrada es sentir que tiene a su lado otro igual a él, con quien conversar, le enseña la casa y ríen juntos. Un día le dijeron que llegaría un redentor, y desde ese momento ya no le duele la soledad, con la incertidumbre de cómo será y deseando que le lleve a una casa menos grande.

La rebelión

Esto es parte de la obra La casa de Asterión del maestro de maestros Jorge Luis Borges. Es imposible no sentir empatía por ese ser mitológico cuerpo de hombre-cabeza de toro. (O)

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David Ricaurte Vélez, ingeniero mecánico, Daule