Su idea de consultar nuevamente al pueblo ecuatoriano sobre asuntos trascendentales para el país será un tremendo error, que ya lo cometió el presidente saliente. Considerando los resultados obtenidos en consultas anteriores, donde los consultados no tuvieron la suficiente capacidad para analizar a fondo las consecuencias nefastas de sus decisiones o fueron influenciados políticamente. El haber negado la extradición de criminales y el haber dejado enterrado millones de dólares imprescindiblemente necesarios para amortiguar en cierto grado la agonizante situación económica del país son solo dos ejemplos de ello. La consulta del Yasuní fue inconstitucional, a mi parecer, porque debió ser aplicada solo en la región afectada, no a nivel nacional, tal como se hizo la de Quito. Por lo tanto debería ser derogada y tirada a la basura, donde pertenece.
Como gobernante el presidente electo debería tomar la batuta de las decisiones en sus propias manos que sin lugar a duda devengará en beneficio del país, tomando en consideración que el tiempo juega en su contra.
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Imperativo es que se deshaga de esa malhadada constitución de Montecristi, redactada no por ecuatorianos, con muchas leyes favoreciendo a criminales. Asimismo, debe deshacerse del nefasto CPCCS que fue creado con el objetivo de controlar a las autoridades más importantes del país, acciones que prometió llevar a cabo el presidente saliente y que nunca las cumplió.
Y, ¿qué podemos decir del CNE? Este organismo desde hace mucho tiempo ha sido altamente criticado por sospechas de fraudes en diferentes ocasiones. Para nadie es un secreto que tal organismo debería ser políticamente neutral. Además, nadie se explica, asimismo, por qué los integrantes de este organismo permanecen en el mismo puesto por más de diez años. ¿No es saludable renovarlos cada cierto tiempo como se hace con el resto de autoridades, inclusive el puesto del presidente, para que no sean utilizados políticamente?
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Y no podemos olvidarnos del bochornoso Consejo de la Judicatura, otra institución envuelta en irregularidades pendientes de investigación con un presidente cuyo comportamiento deja muchas dudas sobre su cordura.
Mientras no se tome una medida radical al respecto, serán siempre una piedra en el zapato para cualquier presidente democrático.
Es inmensa la tarea que le espera al nuevo gobernante si desea erradicar la corrupción en este país y enderezar entuertos en tan corto tiempo. Por eso, mientras más pronto empiece eliminando esas piedras en el zapato, mucho mejor para el buen desempeño de su gobierno. (O)
Nelly Mercedes Lozada García, Guayaquil