Vivimos en un mundo donde la información abunda, pero la capacidad para interpretarla, cuestionarla y utilizarla éticamente sigue siendo un privilegio de pocos. En Ecuador, esta realidad nos exige actuar con urgencia. La alfabetización mediática e informacional (AMI) no es simplemente una moda educativa, es una necesidad democrática y tecnológica. En un país donde aún persiste una brecha digital alarmante entre lo urbano y lo rural, hablar de inclusión sin hablar de AMI es ignorar la raíz del problema.
Un pilar para la inclusión digital y el uso ético de la inteligencia artificial (IA) nos recuerda que no basta con tener acceso a internet o a dispositivos tecnológicos. Es indispensable que las personas sepan qué hacer con esa información y, aún más importante, qué no hacer. Porque de eso se trata la alfabetización mediática: de formar ciudadanos críticos, capaces de distinguir hechos de desinformación, de exigir transparencia a los algoritmos y de participar activamente en un ecosistema digital ético.
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La llegada de la IA a la vida cotidiana ecuatoriana, desde herramientas en educación hasta sistemas de vigilancia o plataformas de compras públicas, plantea nuevas oportunidades, pero también nuevos riesgos. Si no estamos preparados para entender cómo funciona la IA, mucho menos lo estaremos para cuestionar cuando afecte los derechos, reproduzca sesgos o consolide desigualdades.
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¿Dónde queda entonces el papel del Estado? La respuesta es clara: en el diseño de políticas públicas que integren la AMI desde la educación básica hasta la formación de funcionarios públicos. En la capacitación docente, en el fortalecimiento de la infraestructura digital rural y, sobre todo, en un marco legal que regule el uso de tecnologías emergentes con enfoque de derechos humanos.
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La alfabetización mediática no es solo una competencia del futuro: es la barrera que separa la libertad de la manipulación informativa. Es la herramienta que permite que la IA sirva a la sociedad y no al revés.
Ecuador necesita ciudadanos alfabetizados en medios e información no solo para navegar el siglo XXI, sino para liderarlo. Porque en la era digital, quien no sabe leer críticamente la información, no es verdaderamente libre. (O)
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Jorge Ortiz Merchán, máster en economía y políticas públicas, Durán