El sentido común a veces parece ser el menos común de los sentidos. Se sabía hasta la saciedad de una posible segunda ola de COVID-19 que nos ocasionaría grandes trastornos en la capacidad hospitalaria y más consecuencias, como lamentablemente están sucediendo.
Lo más sensato era tomar urgentes medidas preventivas por inevitables tumultos, tales como para las próximas elecciones que deben ser aplazadas. Igualmente como la final del campeonato nacional de fútbol de diciembre, que se sabía que arrastraría multitudes eufóricas donde las reglas de bioseguridad se pasaron por alto. También como en fiestas navideñas y de fin de año no engalanar tanto la ciudad invitando a poblarse las calles y a la consabida farra que realizaron. De haber procedido con la ley, no estaríamos lamentándonos sobre este nuevo drama parecido al fatídico de marzo pasado. Por otro lado, las deseadas vacunas que los mayores estamos esperando llegaron en cantidad ínfima y seguirán llegando con cuentagotas, mientras hay países como, por ejemplo, Costa Rica, que están inoculando masivamente desde diciembre, van por la segunda dosis de inmunización total. No dudamos las buenas intenciones de nuestro Gobierno, pero debe reconocer la lentitud en la negociación para traer mayor cantidad de dosis. Ahora, luego que inmunicen a todo el personal médico de primera línea, en las próximas remesas de vacunas tomen en cuenta a los jubilados del IESS, adultos mayores que estamos confinados en nuestros hogares, algunos tenemos familiares enfermos de COVID en las viviendas y riesgo al contagio. (O)
Alfredo Minervini Faillace, jubilado, Guayaquil