Cuando se escuchan y se leen algunas declaraciones de políticos en el poder, queda confirmada una vez más la certeza de que la escasez neuronal no solo no está reñida con la maldad, sino que ambas son compatibles.
En democracia es perfectamente normal que una ley propuesta por el partido que gobierna sea contestada por la oposición. Y esa contestación es aún más lógica si la ley en cuestión tiene que ver con una materia tan sensible ideológicamente como la enseñanza. Aún es más razonable el intento de enmendar el proyecto, cuando ha sido elaborado sin el más mínimo consenso social y a espaldas de los interesados en la materia. Pero como la política española está tan escasita de democracia, y es tan acogedora de afanes totalitarios, no es de extrañar que el rechazo político, la contestación social y la rebelión de los sectores más implicados haya provocado de inmediato la descalificación miserable de quienes desde su mentalidad de totalitarismo democrático intentan aherrojar a las nuevas generaciones y uncirlas de por vida a su carro ideológico. (O)
Jaume Catalán Díaz, Girona, España







