Suena fuerte, los noticiarios lo repiten constantemente; el metro de Quito, obra sumamente cara, no funcionará hasta que se contrate un operador del sistema.
Felicitaciones a los quiteños y sus personeros municipales. Hay que conservar la obra y mejorarla día a día para que mañana esté mejor, cueste más, y sirva más; así el tiempo no la deteriorará, por lo contrario, el metro en poco tiempo será chatarra, como es en gran parte Ecuador. La propuesta supone que un operador atenderá su último detalle, ese servicio costará aproximadamente 45 millones de dólares al año, costo razonable por sus resultados. Una operación manejada por inexpertos destruirá el sistema en pocos años, esa es la diferencia, y la conocemos bien. El Ecuador se gobierna y, más aún, se administra por amigos, parientes y partidarios; lo cual es contrario a la búsqueda de operadores muy profesionales y técnicos. Recuerdo un camal frigorífico que se instaló en Guayaquil hace muchos años, sus primeros dueños fracasaron y luego que muchos más se encargaron de administrar la planta, al final fue cerrada. Años después el destacado empresario Juan José Vilaseca trajo técnicos daneses que sabían mucho de camales que pusieron a funcionar la empresa que estaba fallida. Ese es el número premiado, un cuerpo administrativo de primer orden. Las previsiones quiteñas nos darán un servicio del metro por muchos años. Aprovechemos esta elección y apliquémosla para todo tipo de empresa tanto pública como privada. Zapatero a tus zapatos. (O)
Rafael Mendoza Avilés, abogado, avenida Samborondón








