Escribir epitafios es una costumbre muy universal. Algunos famosos los entregaron antes de morir.
¿Qué quiere que le pongan en su epitafio?, le preguntó el periodista Diego Oquendo en una entrevista al actor ecuatoriano Ernesto Albán; respondió: “Aquí yace un hombre que se entregó por entero al arte, recibiendo a cambio el amor del pueblo”. El arzobispo emérito de Cuenca, Alberto Luna Tovar (1923-2017) dejó un epitafio brevísimo: “Aquí está… El que fue”.
Benjamin Franklin dejó uno más largo: “El cuerpo de Benjamin Franklin, impresor, al igual que la cubierta de un antiguo libro, su contenido desgastado, y despojado de sus caracteres y su dorado, yace aquí, alimentado para los gusanos. Pero la obra no se habrá perdido por cuanto aparecerá una vez más tal como él lo creyó, en una edición nueva y más hermosa, corregida y aumentada por el autor”. Se deduce que quiso coincidir con la visión bíblica de la resurrección. Pero este epitafio no fue tomado en cuenta porque en la lápida de su tumba se lee: “Arrebató el rayo a los cielos y el cetro a los reyes”.
Shakespeare escribió para su tumba: “Bendito sea el hombre que guarde estas piedras y maldito aquel que mueva mis huesos”. Henry Miller: “Voy a golpear a esos bastardos”, pero lo cremaron. “Solo a Dios honor y gloria”, el español Manuel de Falla, genial compositor y concertista de piano, dispuso en su testamento que en su tumba se grabaran únicamente esas palabras. Betty Davis, estrella del cine clásico de Hollywood, fiel a su carácter fuerte redactó este epitafio: “Lo hizo de la manera más difícil”, grabado en su tumba en Forest Lawn Memorial Park (Los Ángeles) murió en 1989. “Durante mi vida fui tu peste, papa (León X). Con mi muerte seré tu muerte”, el reformador Martin Lutero redactó este epitafio que no se atrevieron a poner.
Marcelo Marchán Vélez, humorista de Diario EL UNIVERSO, respondiendo a una pregunta de un periodista, manifestó que deseaba que le inscribieran en su tumba: “Qué risa…, todos me lloran”. Nuestro escritor Benjamín Carrión quiso que en su tumba dijera: “Aquí yace un hombre bueno”. Hasta en los epitafios los humoristas derrochan ingenio: “Parece que se ha ido, pero no se ha ido”, Cantinflas. “Perdone señora que no me levante”, Groucho Marx, comediante estadounidense. (O)
César Burgos Flor, licenciado en Educación y en Comunicación, Guayaquil