La naturaleza se mueve y domina por todos los lados: el girasol sigue al sol y por las noches se cierra ocultándose. Hay plantas carnívoras que se alimentan de insectos que atrapan con una especie de antenas. Los entes celestiales como la luna actúan en las mareas oceánicas y hasta en la psiquis humana; de allí que las escrituras hablan hasta de los lunáticos.
En Francia, Felipe VI ante la peste negra que asolaba Europa fue el primero en pedir a la facultad de medicina una explicación sobre este suceso. Y la explicación que le dieron, en la época, fue: por una triple conjunción de los planetas Saturno, Júpiter y Marte, en el cuadrante cuarenta de la constelación de Acuario; por eso se había producido el virus. No resulta extraño, pues está comprobado que los planetas se atraen y modifican entre sí por las leyes gravitatorias y eléctricas. Está comprobado que en la vida influyen otras esferas cósmicas. Ojalá el COVID-19 que está azotando nuestro planeta podría ser objeto de posiciones planetarias que producen la genética de estos virus. Ojalá esta teoría tenga algún asidero y la naturaleza con el cosmos nos libren de este mal. No queda otra explicación si las vacunas no dan resultado. (O)
Héctor Joaquín Cisneros Arias, doctor en Filosofía, Guayaquil