A última hora, con algunas sorpresas, se completó la papeleta presidencial. Será una tira larga donde tendrán cabida un puñado de opcionados junto a muchos candidatos de relleno. Es increíble que en un país tan pequeño de 17 millones de habitantes tengamos 16 aspirantes, reflejando tan profunda y absurda división política.
Otto, que había renunciado a la Vicepresidencia para postular, finalmente desistió con una invocación a la unidad de la tendencia promercado. Así dejó al gobierno de Lenín Moreno sin su mejor carta. Al partido oficialista no le quedó sino buscar premio consuelo con la asambleísta Ximena Peña, abanderada de la institución más desprestigiada del país.
Álvaro Noboa movió sus fichas para ser candidato y empezó a aparecer favorablemente en las encuestas, pero a la postre desistió invocando asimismo a la necesaria unión.
Lasso, el principal beneficiario de estas deserciones, respiró con alivio. Sus opciones mejoran como principal candidato de la tendencia de centro/derecha. Escogió a un prestigioso médico y académico para completar su binomio. Y con tres campañas a cuestas, tiene a su favor haber obtenido cerca del 50 % de la votación nacional en el último balotaje.
Nebot no pudo concretar sus conversaciones con Otto y Noboa, perdiendo valioso tiempo, y no le quedó sino optar por la candidatura propia que en teoría tendría como base el voto duro del PSC.
El correísmo anunció la fórmula del joven ideólogo Andrés Arauz con el propio Mashi, pero no pasa de ser un blof porque no habrá forma de inscribir a un sentenciado por corrupción y prófugo de la justicia. Igual todavía hay muchos nostálgicos de la Revolución Ciudadana que creen en la ‘persecución política’ y que su autoritarismo, que conculcó libertades y derechos fundamentales, es un mito forjado por la derecha neoliberal.
Yaku, que tiene la pretensión de ser el Evo Morales ecuatoriano, dejó a un lado las aspiraciones de sus colegas de la dirigencia indígena, Vargas e Iza, para adoptar de nuevo su identidad mestiza. Dio un golpe de efecto al sumar a su proyecto político a una reconocida artista guayaquileña, pero sorpresivamente la desconoció acaso por demasiado blanca y ‘pelucona’.
La campaña presidencial se desarrolla teniendo por trasfondo la pandemia del coronavirus que ha paralizado la economía ocasionando la pérdida de medio millón de plazas de trabajo. Al tiempo, la virtual quiebra del erario nacional que se ha quedado sin plata para pagar puntualmente a los servidores públicos e infinidad de deudas con gobiernos autónomos descentralizados, y proveedores de bienes y servicios del sector privado.
La recuperación del empleo y la lucha contra esa otra pandemia que es la corrupción estarán en la centralidad del debate político.
Esta no será una elección cualquiera. Será una en que nos estamos jugando la opción de un Estado viable o uno fallido, que podría conducir al Ecuador a ser otra Venezuela. De ahí el imperativo de la población de votar bien y a conciencia. Claro está que ante las condiciones actuales, hay un electorado deprimido y volátil muy predispuesto a ser pasto del oportunismo y la demagogia. (O)