Desde chica fui muy despistada, miles de ideas bullían en mi cabeza sin que nadie les llamara o les diera permiso para entrar. Miles de ideas que, como decían las profesoras, me llevaban muy lejos. Varea, ¡bajad de la luna de Valencia!, ordenaba la madre Alicia cuando yo respondía que 7 x 3 era... ¿Sigue en la Apolo 11, señorita Varea? Reclamaban las profes, pero mi incapacidad para dejar de pensar era total. Cuando mi abuela me veía perdida en mis pensamientos, me sorprendía: —¿Qué haces, hijita?

—Pensando, abuelita.

—¿Pensando como el puerco?, insistía, y a renglón seguido soltaba una carcajada. Yo sabía que se acordaba de alguna anécdota que nunca me la contó, y aquí sigo, cincuenta y pico años más tarde: pensando como el puerco.

Ver noticias es deprimente, saber que la pandemia no es lo peor que le pudo haber pasado a nuestro pequeño Ecuador, duele. Pensar que la corrupción, la politiquería y las leyes patojas harán que los mismos sapos de siempre carguen con santo y limosna, que la impunidad sea pan de cada día y que vuelvan a gobernarnos los capos de la mafia, asusta.

—Ya no quiero pensar, abuelita.

Hace seis meses hice una cita a la que nunca llegué. Un grupo de adultos mayores del club Vivemás quería conocerme. El encuentro estaba planeado para mediados de marzo, pero la pandemia y el encierro llegaron antes; sin embargo, María Leonor Viteri, la creadora del grupo, ya se había instalado con su club por Zoom. Era imposible dejarlos encerrados, Vivemás había empezado en septiembre del 2018 como un lugar de recreación, no un ancianato ni un asilo, sino un sitio con distintas actividades, un punto de encuentro para hacer gimnasia, asistir a charlas, conversar... vivir más. Confiesa que en un inicio pensó que era una locura que gente de edad se pudieran conectar, pero que poco a poco se fueron uniendo más y más personas a esta comunidad. La motivación y la felicidad de quienes asisten cada día a este encuentro hicieron que la apuesta se extendiera a Guayaquil, acá lo lidera Alexandra Landázuri, quien al igual que Viteri tiene una real pasión por lo que hace.

Pero ¿por qué les cuento todo esto? Porque luego de aquella primera charla me quedé para siempre. Un día a la semana me reúno a conversar con esta gente maravillosa. Juntos reafirmamos que la memoria y los recuerdos nos animan a seguir en pie.

Estas son sus propias palabras: Vivemás nos sostiene, nos sostenemos juntos, dice Pepito. Ya estamos viejos, por eso recurrimos a este espacio que nos obliga a estar pendientes. Yo no solo busco apoyo, también me siento en la obligación de aportar. María Tere no puede contener las lágrimas: Me he quedado viuda y he perdido a mi consuegra, a ratos estoy débil pero este es mi refugio. Inesita siente que esta es su familia. Fabiola dice que la vejez es dura, pero que estas amistades la ayudan. Chilita habla de lugares donde tratan a los viejos como imbéciles y yo no me considero imbécil. Mónica se conecta desde La Florida; y Marujita, quien empezó con su marido, reconoce que ha sido un sostén para su viudez. Quiero, quiero, quiero estar aquí.

Luego de cada cita yo me quedo pensando, aún no sé si como el puerco. (O)