Van más de 13 millones de casos confirmados de COVID-19 en el mundo y más de medio millón de muertes por esa causa. Los picos de contagio se rotan por regiones, de país en país y de ciudad en ciudad. Y el temor a que haya rebrotes de la pandemia no se aleja de las localidades donde se aplanó la curva de casos.
Por eso, los pedidos de no relajar las medidas de prevención se multiplican mientras la desescalada se afianza.
En Quito, el Concejo de la ciudad pide que se acentúen las restricciones, debido a que los hospitales se ven sobrepasados por la demanda de atención.
En Guayaquil, que aún no pasa a semáforo verde, pero que día a día presenta mayor actividad, el infectólogo y catedrático de la UEES, Washington Alemán, explicó que se mantiene la alerta y que hay la disposición de seguir al máximo los cuidados de bioseguridad porque la inmunidad desarrollada por quienes superaron el virus puede ser pasajera, fugaz.
Esto se ha observado en pacientes a nivel mundial, por lo que científicos de China, Alemania y Estados Unidos señalan que los anticuerpos desarrollados contra el virus pueden durar tres meses, que es un plazo muy corto, con mayor caída en quienes cursaron la enfermedad sin síntomas.
Guayaquil tuvo el pico de contagios en abril. Es necesario insistir en la prevención para tratar de evitar que una segunda ola de contagios afecte a sus habitantes.
El director de la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que “no habrá regreso a la normalidad en el futuro previsible”, pero esto, lejos de asustarnos, debe llevarnos a establecer prioridades.
Preservar la salud es lo primero; se debe actuar con responsabilidad, pues el COVID-19 afecta directamente a los pulmones, corazón, hígado, riñones y puede dejar secuelas. En segundo orden, se debe valorar cuánto se ha avanzado respecto a la desescalada del confinamiento: se han retomado de manera parcial vuelos, transporte interprovincial, atención en dependencias, etcétera. Cuidemos que el esfuerzo colectivo no sea en vano. (O)