El COVID-19 llegó a afectarnos a todos sin importar edad, género y condición socioeconómica. En estos dos últimos meses muchas cosas que dábamos por seguras, de un día para otro, dejaron de serlo. Muchos enfermaron y no ganaron la batalla, muchos fueron despedidos, y también muchos negocios cerraron.
Todos empezamos a temer por nuestras vidas y por la de nuestros seres queridos, todos empezamos a pensar que podríamos ser despedidos o que nuestras empresas quebrarían. Las secuelas serán permanentes, pero el aprendizaje también debe serlo. En medios de comunicación es frecuente ver que hablan de una nueva normalidad haciendo referencia a temas de bioseguridad, el uso de mascarillas, guantes, de vivir con distanciamiento social, y eso puede o no ser temporal; pero lo que debe primar en esta llamada nueva normalidad es la importancia que le debemos dar a la solidaridad y a la empatía. Esta pandemia y la consecuente cuarentena hizo más evidente las condiciones de pobreza en la que viven millones de personas en nuestro país, y el cómo la angustia de no tener alimentos para sus hijos los ha llevado a permanecer trabajando en las calles, exponiéndose a posibles contagios e incluso a ser multados o detenidos por desafiar el toque de queda o las restricciones comerciales.
Al mismo tiempo, en un gesto noble, muchas empresas y familias desde el día uno emprendieron acciones de solidaridad para llevar ayuda hacia los sectores más vulnerables, eso es un plausible, pero no debe ser excepcional, debe ser la regla y obligación en esta nueva normalidad y que todos pensemos en el prójimo, y desde lo poco o mucho que tengamos no dejemos desamparados a quienes realmente les falta de todo. La situación laboral en nuestro país es tal que según el último reporte del INEC (diciembre 2019), hay al menos el 61 % de personas de la población económicamente activa sin empleo pleno. Incluso antes del COVID-19 la situación de ellos ya era preocupante. Finalmente, Ecuador sanará y será gracias al trabajo de todos: médicos, trabajadores, empresarios y hasta de los políticos (los honestos).(O)
María Isabel Salvatierra Rosado,
empresaria, Samborondón