¡Queremos cuerpo cierto! rogaba con vehemencia un viejo profesor andaluz cuando en los cócteles algún salonero le ofrecía lo que él llamaba huevos con pomada. Cansado de menjunjes indescifrables, pedía con cierta gracia algo que se sepa qué es: una pata de pollo, una aceituna, un langostino… aunque sea un tomate, pero que por lo menos tenga nombre y apellido.
Me acordaba de los huevos con pomada cuando hace unos días me ofrecieron una milanesa de soja: un fraude solo superado por la empanada de pollo. No digo que sean ricas ni feas, digo que son una estafa ¿o no es una estafa morder una empanada, con forma de empanada, repulgue de empanada, olor de empanada calentita y que en lugar de la mezcla exacta de carne vacuna, cebolla, aceitunas, huevo, comino… muerdes un pedazo de pollo triturado? Empanadas son las de carne, las demás son pastelitos, decía un santiagueño amigo mío, que además era colega del diario El Liberal.
Banco a muerte a los vegetarianos, aunque asesinen plantas para comérselas. Y a los veganos, que descuartizan vegetales pero no toman leche para no robarle alimento a los terneros. Y también a los que no comen nada que tenga huevo para no abusar criminalmente de las pobres gallinas. A este ritmo llegaremos a cocinar guiso de basalto y tortilla de adoquín, hasta que alguien se dé cuenta de que hay microorganismos entre la mica y el feldespato y nos acuse de masacrar bacterias.
Digo que banco a muerte a vegetarianos y veganos, pero no entiendo su manía de intentar que sus alimentos se parezcan a la carne. Si quieren ser veganos, sean veganos. Coman vegetales que parezcan lo que son. Aliméntense con hinojos y berenjenas, pero no los disfracen de bife de chorizo. Cuando lo hacen, están diciéndonos que eso de ser vegano es una tontería atómica: que lo rico de verdad es el salame y la morcilla y no los sucedáneos que necesitan para abastecerse de proteínas. Déjense de fregar y acepten su condición elegida libremente o vuelvan al redil de los felices.
Disfrazan de milanesa una alcachofa y te quieren convencer de que no te vas a dar ni cuenta… no saben que las milanesas de verdad tienen la forma de los países del mapamundi (el otro día me comí a Canadá) y las de soja, en cambio, son todas igualitas. Pero lo malo no es la forma sino el gusto, porque si no sabía lo de los países (un secreto que acabo de divulgar) solo al morderla se dará cuenta de la estafa descomunal que significa engullir una milanesa vegetal.
Llámenla como quieran pero no se metan con la milanesa. Y no solo con la milanesa: trituran maní con almendras para que parezca molleja y te dejan sin los ingredientes elementales de una buena picada; falsifican el pastel de cordero con lentejas y zanahorias y el chorizo campero con arroz y pan rallado… Haga la prueba: googlee cualquier plato de carne con el adjetivo vegano y va a ver que hay 800 recetas para cada uno; todos son oximorones imposibles: albóndigas verdes; hamburguesas de achicoria; pollo de zanahoria; empanada de verduras; champiñones con espuma tibia de costeleta mentirosa…
Déjennos vivir tranquilos a los que pensamos que no hay nada como la carne a la parrilla; los que cuando vamos a un restaurante pedimos un bife encebollado; los que nos deleitamos con un sandwich de chorizo cada vez que podemos; los que gracias al cielo caímos en una religión que no nos prohibe ningún animal, vegetal o mineral, sin importar que tengan pezuñas enteras o partidas o que anden descalzos.
Lo que no se entiende es la vergüenza de algunos veganos por asumir su condición sin complejos. Nadie les impide que sean veganos, pero por favor no se metan con la milanesa. (O)