El día que se entregan libretas en la escuela de mi Florcita, la entrega es de 09:00 a 11:00, no puedo llegar, el mundo nos impide cumplir con esta cita; ¿cómo salió en su primer nivel en escuela?, su primera experiencia, la primera nuestra también.

Una vorágine de sentimientos se agrupan a mi alrededor, estaba llegando al último plazo para poder pagar las pensiones y estar ‘al día’ para poder recibir las notas, juntar el dinero, tener el tiempo; una gran responsabilidad que hay que cumplir. Estábamos dentro de esa lista del 40 % de padres que estaban adeudando la pensión en la escuela. ¿Motivos?, innumerables, pero esta no es una carta de queja, es una carta de agradecimiento, se había logrado ¡pagar todo!

Entregas a tu hija a un grupo de personas que en muchos casos no conoces, has oído de su marca, el colegio tal y cual, el más laureado, el tradicional, el innovador, el bilingüe, el del bachillerato internacional... Lo mejor no tiene que ser más caro, en el mundo en que vivimos tan importante como los conocimientos que puedan implantar en los estudiantes es enseñarles a pensar, a relacionarse, a desarrollar la inteligencia emocional y las demás inteligencias que se están descubriendo. Pero mi Florcita tiene 4 años, ¿podrá con todo eso? Al final luego de deliberar con todos, incluso con el bolsillo, la inscribí y la llevé, es un rito que se convierte en una rutina, se la entrega a un grupo de desconocidos. No vi ni una de sus clases, pero vi a mi hija escribir chueco su nombre, no creía que podría hacerlo tan rápido y empezara a hablar de cosas nuevas, de amigos, de reciclaje, de ser guardiana de la naturaleza, de su querida la “miss Crucita”.

Oí decir a mi pequeña de 4 años con autoridad, “los deberes son para mí, yo debo hacerlos”... De acuerdo con los estudios científicos del cerebro humano, los primeros 5 años son los más importantes en su desarrollo en temas de aprendizaje, de su destreza motora, de su motricidad fina, es aquí donde el hacer bolitas, el cortar y pegar es vital, para sus habilidades manuales. En resumen, mi hija era un lienzo en blanco y la miss empezó a ayudarla a dibujar. Me pregunto, ¿quién me enseño?, ya no lo recuerdo, ¿le agradecí?, mis padres pagaron mi educación pero la dedicación, el amor, el esfuerzo que como resultado dio a luz lo que soy, ¿lo agradecí? Me cuestiono si agradecí por la paciencia de aplicar en mí un arte que es la base de nuestra sociedad, el de educar. No quiero hacer una oda a la educación, pero como padre, una función para la que no estudié quiero tomarme unos minutos para agradece a través de la “miss” a todos los que acompañaron a mi hija y los demás niños; recuerdo la frase de la rectora en la apertura del ciclo escolar, “el futuro no está en los niños, el futuro está en nuestras manos porque somos nosotros los que criamos a estos niños”. Cuando veo a mi hija escribir, alegre y riendo, pienso que aún tenemos esperanza como mundo, pienso que podemos hacerlo mejor, que podemos empezar a hacer bolitas y palitos como sociedad con estos nuevos ciudadanos, estos pequeños hijos de la patria. Al terminar el ciclo escolar los padres debemos parar un momento de nuestras actividades para sentirnos satisfechos por nuestros hijos, ¡ellos han avanzado!, agradecer a Dios por lo recibido, por lo que viene, y disfrutar de nuestros hijos pequeños, cuando menos nos demos cuenta estarán conquistando el mundo. Disfrutemos su inocencia que ahora es guiada por gente que no conocemos pero en quien confiamos, y digámosle a estas personas gracias, se llamen miss Emilia, Juana, Laura, Jalime, Patricia....; en mi caso de todo corazón diré gracias miss Crucita.(O)

Andrés Santiago Proaño Feijoo,

doctor en Medicina, Guayaquil