Vivimos momentos de convulsión en diferentes países de nuestra América Latina. Sin dejar de lado las evidentes maniobras de oscuros intereses de desestabilización de la región, las protestas reflejan también los grandes descontentos nutridos por las extremas desigualdades. Al igual que un cáncer que puede ir creciendo sin ser percibido y que se hace evidente cuando ya ha invadido el cuerpo, el descontento social puede ser largo tiempo camuflado para finalmente estallar. Como con el cáncer, debemos prestar atención a las señales para evitar la explosión social.

Es urgente mirar hacia planes de desarrollo sostenible que conjuguen el crecimiento económico, la inclusión social y la protección del ambiente para garantizar el bienestar de las personas y de las sociedades presentes y futuras.

Los gobiernos y los políticos que aspiran a convertirse en gobierno, pregonan que erradicarán la pobreza y que garantizarán mejores condiciones de vida a los más desfavorecidos. Lamentablemente muchas de las propuestas quedan en discursos, en decretos o en planes de algún ministerio avivando un descontento y frustración social que más temprano que tarde termina por bullir.

El último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) indica que desde el 2015 se mantiene la tendencia en el incremento de la proporción de personas en situación de pobreza extrema en la región con cerca de 63 millones. Ello nos confronta a la urgente necesidad de ofrecer alternativas reales de desarrollo, en particular en los sectores rurales. Un país como el nuestro, con una riqueza de ecosistemas y una población multiétnica y pluricultural, requiere enfocarse en establecer estrategias que se adapten a esa diversidad. Este desarrollo no debe estar basado en la división o en la lucha de clases, debe estar basado en la cooperación. Una cooperación honesta que integre a la pequeña y gran empresa, al pequeño y al gran productor, a las comunidades, a la academia, a las instituciones de gobierno. Este desarrollo debe ser sostenible con esfuerzos concertados para erradicar la pobreza en todas sus formas y dimensiones.

Un buen ejemplo es Perú con la ley 30309, que tiene por objeto promover la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación tecnológica mediante el beneficio tributario aplicable a gastos en proyectos que impulsen la ciencia y tecnología para resolver problemáticas específicas. A través de esta ley y la gestión de los fondos tributarios ha sido posible integrar la empresa, la academia y las instituciones de gobierno.

Es crucial el trabajo conjunto en la lucha contra la pobreza y la pobreza extrema. La ciencia y la tecnología conducidas con enfoque ético y social pueden transformar nuestro país. Dejemos las farsas de programas agrícolas o acuícolas rurales que siguen basándose en metodologías arcaicas, muchas adoptadas de otros países solo por amarres políticos-ideológicos. Ofrezcamos a nuestros jóvenes programas de capacitación modernos que les permitan aprovechar nuestra tierra y recursos sin destruirlos; solo entonces serán realmente libres; libres del discurso paternalista de politiqueros que siguen cimentando la dependencia como vía de consecución de votos. Las explosiones sociales son aprovechadas por corruptos oportunistas con motivaciones egocéntricas de dinero y poder. A los honestos les corresponde evitarlo. (O)