La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que se trata a sus animales, decía Gandhi.
Hace pocos días, se dio a conocer la noticia acerca de que unos perros protegidos por una fundación de animales habían muerto; la causa fue porque alguna persona les donó alimento envenenado. El hecho fue perpetrado por una mano humana de aquella a la que se llama raza superior, clama justicia, aquella reconocida por convenciones de derechos humanos, que está reconocida por nuestra legislación como ciudadano que goza de derechos establecidos en la Constitución.
Las mascotas, por el hecho de ser animales, ¿acaso deben ser maltratadas, asesinadas por seres humanos, que por nombrarlos así el apelativo les queda grande? El único pecado que cometieron estos animalitos fue confiar en los humanos. Tenemos mucho que aprender de los animales, su nobleza y cariño son invaluables. Qué lástima que el Gobierno ha fallado en políticas públicas para proteger la vida de esta especie. En los países del primer mundo el maltrato animal es condenado, la Unión Europea protege a los animales. Las mascotas en la historia han jugado un papel importante, inclusive en la antigüedad tener una mascota era sinónimo de estatus social. En nuestra actualidad, en nuestro país se los abandona, sacrifica, se los desecha y se los envenena.
Tengo dos mascotas, Doky y Pechi, no me siento su dueño, amo o protector, aunque lo soy; pero sí me siento la persona más bendecida del mundo porque han logrado desarrollar en mí un sentimiento que no es posible explicar en tan pocas palabras; los amo, cómo no hacerlo si son bondadosos y nobles, que lo único que piden con su mirada es amor y cuidado, dan sentido al hogar, escucho sus patitas corriendo de un lugar a otro haciendo travesuras, llenando de pelos mi ropa; solo quienes consideramos como familia a nuestras mascotas sabrán de lo que estoy hablando. Fuimos noticia internacional por la muerte de al menos 24 perros. Un llamado al Gobierno, a la reflexión social, esto no puede volver a suceder. (O)
Julio César García Cardoso,
abogado, Guayaquil