El filósofo ateniense Antístenes (444-365 a.C.) dio vida a una doctrina, Escuela cínica, que defiende las acciones desvergonzadas, imprudentes, obscenas y descaradas. No debe sorprendernos que existan personas con esas características en nuestro entorno. Lo intolerable es son referentes en el noble campo de la política y nos representan en funciones ejecutivas, legislativas, judiciales y electorales; encajan en ese perfil.
Hemos visto con estupor casos de asambleístas involucradas en denuncias de conductas antiéticas, incompatibles con sus funciones, por supuestos cobros de diezmos a sus asesores (vieja práctica) y hacer ofertas a cambio de testimonio, a una testigo protegida; enhorabuena terminaron en destitución y ojalá sirvan como escarmiento para quienes han utilizado su inmunidad como plataforma de poder. Lamentablemente nuestra legislación fue elaborada con subterfugios (por los “honorables”) para evadir la justicia o evitar castigar como se merece a los corruptos e infractores.
Nadie más cínico que Julian Assange, al demandar al país “por violentar sus derechos”, que lo tiene asilado generosamente por seis años en su embajada de Londres. El mismo cinismo con que la excanciller otorgó la ciudadanía ecuatoriana al susodicho y mal agradecido fundador de WikiLeaks, para insultar mancillar el honor de la patria, propiciar la astuta y fallida jugada de querer nombrarlo funcionario diplomático en Rusia. Me parece descarado que el exmandatario Correa pida asilo en Bélgica, en vez de rendir cuentas en Ecuador, para deslindar responsabilidades por imputaciones hechas, y que deba pagar un bufete diverso de abogados nacionales y extranjeros (costosos) para representarlo. Antístenes tiene en el exmandatario a su más eximio discípulo.
Como si fuera poco, con cinismo y sin grillete se fugó del país Fernando Alvarado, de la cúpula correísta, investigado por peculado y con mucho por responder a la justicia, haciendo lo que le dio la gana (seguramente se fue a Ghana de donde vino). Es obligatorio que el nuevo mandatario, más juicioso, disponga la intervención de más instituciones estatales cuestionadas, como lo hizo en la Universidad de Guayaquil, para evitar que muchos “pájaros de alto vuelo” sigan actuando en contra de los principios éticos y debilitando más nuestra democracia. ¿No será oportuna la creación de una Comisión Mixta de la Verdad, integrada por notables nacionales e internacionales con atribuciones que permitan hacer una auténtica cirugía mayor (frase que acuñó un candidato hoy acusado de enriquecimiento ilícito) para extirpar la corrupción? Para rematar, en contradicción a las imposiciones antipopulares del anterior gobierno, pero con mucha audacia, hoy exhortan a la violencia y a la toma de calles e instituciones públicas para caotizar a nuestro país; inspirados en Nicaragua y Venezuela, experiencias que se conocen de sobra.(O)
Joffre Edmundo Pástor Carrillo, profesor, Guayaquil