El tren a la Costa se ha convertido en quimera. Muchas opiniones de autoridades deberían ser las más valiosas y sinceras, ya que provienen de presidentes, ministros, alcaldes...; desgraciadamente ciertos políticos emiten criterios cuando se han convencido de que les traerán votos. Y yo podría asegurar que construir un tren va a traer cascadas de votos, no es lo mismo pavimentar algunas calles.

El 20 de enero de 2002, página 8, primera sección, EL UNIVERSO, me publicó mi artículo “Supertren de Guayaquil a la Península”, propuse un anteproyecto para crear una vía principal o troncal denominada Tren “A” con ocho estaciones entre Puerto Marítimo de Guayaquil (estación número 1) y Posorja (estación número 8); y estaciones intermedias en Puerto Azul, Daular y El Cambio donde estaría la unión con el Tren “B” que podía contemplar a Progreso, Playas), Posorja. El Tren “B”, desde El Cambio, seguiría al noroeste por Chanduy, Anconcito y Salinas, donde se uniría al Tren “C” que seguiría hacia el norte costeño con estaciones en La Libertad, Santa Elena, Ballenita, Olón, Montañita, etcétera. Se aumentarían estaciones si ameritaba.

Cuando escribí mi artículo hace 16 años no había mucha agua en la península de Santa Elena, y hoy veo con agrado el formidable desarrollo de personas que han apostado sus capitales en maravillosos sembríos, lo que nos avisa que toda clase de frutas cítricas, como limón, naranja, uvas, frutillas, además de plantas de tomate, pimiento..., se desarrollan a ritmo vertiginoso por la buena calidad de la tierra, el calor tropical y ahora la abundante agua. Digno sería un desarrollo a todo dar de las industrias avícolas y ganaderas como fue hace muchos años en El Morro y Playas. Vamos a formar parte de la alianza del Pacífico y la columna vertebral de nuestros trenes, que serán eléctricos, no a diésel, y se moverán por lo menos a 150 kilómetros por hora; nos permitirá vivir en los balnearios y venir a trabajar en tren todos los días a Guayaquil. Serían trenes solo de pasajeros, solo de cargas, y trenes mixtos con vagones de primera y segunda clases, comedores, y vagones de carga refrigerada que recibirán los productos de nuestra región peninsular.

La planificación del tren puede tomar un año y su construcción dos más. Con un buen diseño de quienes saben de trenes, como los europeos, se podrá –sin costo a Ecuador– diseñar los planos finales, dado que su organización y manejo se concedería a una empresa del Viejo Continente por un periodo de 50 años, tiempo en el cual habremos desarrollado una masa trabajadora honesta que no permitirá robos a las arcas públicas, como hoy nos informamos gracias a la prensa corrupta, continuamente.

Recordemos la quiebra del antiguo tren que construyeron los ingleses, que se llamaba Guayaquil and Quito Railways Company, que fue entregado a manos ecuatorianas.

Hagamos realidad este sueño, pero que no sea solamente un trencito playero sino un buen proyecto necesario y muy rentable para la economía del país.

El petróleo se acabará y el tren podría ser una gran oportunidad que no quede solo en una quimera.(O)

Alfredo Suárez Ramírez, Guayaquil