El escritor lojano Benjamín Carrión criticó duro al presidente guayaquileño Gabriel García Moreno en esa época (1958) como “el santo del patíbulo”, al igual que muchos de sus enemigos cuando la Constitución de 1869 denominada Carta Negra, era idéntica a la del general Juan José Flores, del año 1843, denominada Carta de la Esclavitud.

El rechazo de ciudadanos era por cuanto se manifestaba que el presidente podría ser reelegible indefinidamente. Los poderes públicos eran elegidos directamente en calidad de interinos por el presidente. El doctor García Moreno nació el 24 de diciembre de 1821, católico que defendió la religión católica y sus colaboradores lo debían ser; esta fue una de las causas del descontento, que culminó con su muerte el 6 de agosto de 1875. Recordamos 143 años del asesinato a machetazos propinado por Faustino Rayo, colombiano, en los bajos del palacio presidencial en Quito. De acuerdo con una entrevista el 20 de abril de 1958, de Eduardo Pérez Moscoso al hijo de Faustino Rayo que se encontraba en un hospicio de Quito, sordo, ciego y de avanzada edad; el mayor Faustino Rayo Carpio manifestó que no podía dar fe de lo que hizo su padre Faustino, dado que tenía corta edad (meses); pero consideró que había asesinado a un gran hombre que dio mucho por la patria ecuatoriana y realizó numerosas obras en educación, vialidad..., y no pudo cumplir sus 54 años ni su tercer mandato presidencial que lo tenía proyectado para los cuatro próximos años desde 1875.

El magnicidio fue la causa del descontento político, en especial de un grupo de jóvenes liberales que no simpatizaba con García Moreno. Posteriormente los enfrentamientos se tornaron hasta literarios con Juan Montalvo (1889), ambateño, también tuvo rechazo con su adagio “mi pluma lo mató”, por cuanto existía mordaza, no había libertad de prensa. También tuvo críticas de José Joaquín de Olmedo (1847) manifestó: “(...) la opinión pública y la libertad de imprenta son la espada flamígera del querubín que vela sobre el árbol de la libertad”.(O)

José Arrobo Reyes,
economista, Guayaquil