La Constitución del 2008 introdujo grandes avances en lo referente a derechos de las personas y de las comunidades, pueblos y nacionalidades, que se denomina parte dogmática. Igualmente fortaleció garantías e introdujo algunas nuevas en el concepto del Régimen del Buen Vivir, que es un avance en materia de derechos.

Sin embargo, lo que se ha evidenciado como grave error de dicha Constitución fue establecer en su parte orgánica, esto es, en la forma como se organiza el poder, graves rupturas por las que se introdujeron intromisiones inaceptables de la función Ejecutiva sobre las restantes funciones, incluyendo la nobel función de Transparencia y Control Social, que en la práctica terminó cooptada por los simpatizantes del poder de turno, que hicieron oídos sordos a los casos frecuentes de corrupción, que pese al silencio impuesto a la prensa y líderes de opinión, eran conocidos por la ciudadanía que, impactada por un agresivo sistema de propaganda e intimidación, observaba con expectación lo que ocurría.

Todo este sistema de democracia de oropel nos evidenció que la democracia es muy frágil, sobre todo cuando se la ataca con las mismas instituciones que supuestamente son constituidas para fortalecerla y que la separación de poderes es indispensable para su sobrevivencia.

Hay muchas opiniones sobre lo que es la democracia, sobre todo vista desde el que la ejerce o del que la sustenta. Lo que sí podemos afirmar es que no es un concepto concluido, ya que está en permanente elaboración. No es una ciencia. No existe un modelo ideal al que debamos copiar. Cada sociedad debe crear su propio orden. No se la obtiene solo si existen elecciones, partidos políticos, separación de poderes, respeto a los derechos humanos y a la libertad de opinión. La democracia es una forma de ver el mundo. Es una cosmovisión que solamente tendrá fuerza y permanencia en la medida en que los ciudadanos y ciudadanas ejerzamos nuestra ciudadanía más allá del sufragio, con una participación activa y deliberante en la sociedad y autorregulación, ya que lo público debe construirse desde la sociedad civil.

Sabemos con certeza que todo orden democrático se caracteriza por hacer posible el ejercicio de los derechos humanos y el cuidado por la vida, esa es la ética social. Visto así, la democracia es un proyecto de dignidad humana. Ser ciudadanos es entrar en un nudo de relaciones. Es desencadenar procesos socioeconómicos con efectos en mejorar la calidad de vida, ya que ontológicamente los ciudadanos y ciudadanas nos organizamos en sociedad para garantizar el respeto de nuestros derechos, que conlleva el respeto del derecho del otro. Por eso, en nuestra Constitución y en la mayoría de las cartas magnas se establece que “el más alto deber del Estado es respetar y hacer respetar los derechos humanos”.

Es a través de las organizaciones como nos convertimos en sujetos sociales. La organización convierte a los individuos en actores sociales, para proteger, concertar y hacer converger intereses. A mayor entramado de organizaciones mayor dinámica, fortaleza y autorregulación de la sociedad. Por eso, todo poder que intenta ser absoluto tiende a atacar a las organizaciones de la sociedad civil y suplantarlas por otras creadas con aparentes similares objetivos, con el objeto de boicotearlas, como ocurrió en la década pasada. El individuo aislado es débil y fácil presa del autoritarismo y la prepotencia estatal.

La experiencia nos alerta que ninguna Constitución es perfecta y que corresponde a la ciudadanía hacer buen uso de sus derechos democráticos, más allá del sufragio, ya que ciudadanía y democracia son siempre una conquista colectiva. (O)