Fútbol es esencia humana, es mucho más que un juego, mucho más que un deporte.

El fútbol aflora implícitamente en todas las fibras del cerebro de las personas, diversificándose desde ahí a la masa muscular.

El cerebro es el órgano eje que por indescifrables coincidencias se asemeja a una cancha futbolera, consta de la línea divisoria de los dos hemisferios donde se interrelacionan, accidentalmente chocan, y transitan las fibras nerviosas, creando asociación, proyección, valoración; en la que se personalizan los conceptos, reafirmándose el aforismo de que cada persona es un mundo.

Las particularidades fundamentadas están latentes en el juego, convirtiéndose en un accionar propio y de todos.

El juego de fútbol consiste en introducir el balón en un arco que no tiene forma de tal, para que eso ocurra se emplean varios tipos de fuerza, la física, anímica, gravitacional, la bruta, así como variadas técnicas y sistemas, complementándose con un buen adiestramiento para saber hacerlo, cómo ejecutarlo mejor aun antes de entrar en contacto con el esférico. En fracciones de segundo esa máquina (el cuerpo humano) decide, coordina cada movimiento para enfrentar, eludir o hacer el pase, dependiendo de la habilidad e inteligencia del jugador.

Algo símil ocurre, le ocurre al espectador, sigue la secuencia, imagina jugadas que deben o debieron de realizarse para obtener el resultado favorable, si esto ocurre llega el delirio por la victoria; de lo contrario, existe la pena, la frustración. Para gozar del juego deportivo de fútbol tenemos que despojarnos del fanatismo.

El fútbol sirve para purgarnos (desestresarnos) el cuerpo, alma y espíritu. No desaprovechemos las emociones de esta sublime manifestación de nombre fútbol, de la especie humana,(O)

César Jijón, Daule